Buen panorama de historieta latinoamericana

Una antología para ver el momento creativo del cómic latinoamericano

Si la expresión «hacer patria» puede aplicarse a las revistas, correspondería usarla para describir a Carboncito, que lleva diez años haciendo patria (comiquera) en Perú. Una publicación que empezó como simple fanzine una década atrás, por iniciativa de los hermanos Amadeo y Renso Gonzales. En el #1 tenía apenas los trabajos de estos dos muchachos. En el #14, que están paseando por Argentina y el resto de Latinoamérica, suman a una treintena de artistas invitados de todo el continente.

Carboncito -como tantas otras revistas antológicas- tiende a ser despareja. Sin embargo, y a diferencia de muchas de sus congéneres, su nivel general es bastante alto. Los pocos problemas suelen venir por el lado de los guiones, y en estos casos puntuales suele tratarse de experimentos que no llegaron a buen puerto. En el apartado gráfico, en cambio, el nivel es muy bueno y nomás ojear la revista llama la atención el intenso dossier central dedicado a Martín López. Una suerte de carpeta de ilustraciones -no historieta- de enorme potencia y fuerza simbólica.

Con una treintena de colaboradores, es difícil -por no decir imposible- pormenorizar en todos y cada uno de los trabajos. A ver, entonces, los más destacados. La primera historieta que llama la atención es Mujer bonita, de Alexandra Torres Novoa, que reune una buena idea, una secuencia muy inteligente y un dibujo más que interesante. Es difícil dar mucho más en detalle, porque son apenas cinco páginas y la última viñeta resulta crucial para entenderlas, pero vale sobredamente la pena el vistazo.

El truco de hacer de los elementos formales comiqueros, personajes

El español Alberto Vázquez aporta dos páginas muy bien dibujadas, con dos cuentos fabulosos cortitos. El primero, en particular, muy redondo. Camila Torre Notari y Ezequiel García -dos jóvenes argentinos- tocan temas muy actuales. Torre Notari da una mirada a cierta latente violencia social que sale de la clase media. García se enfoca en los miedos que generan las redes sociales (cosa que disfrutarán quienes detesten las reuniones con ex compañeros de la secundaria).

A destacar, del tándem latinoamericano, la colaboración entre Omar Giménez, Diana Pazos y Frank Arbelo, en Delirio, que resulta una linda historia cortita de tres págins (que quizás alguien haya leído en Fierro, si no falla la memoria de quien suscribe), y Mi pequeña diferencia, de Gino Palomino. Bien dibujada, quizás algo profusa en texto, pero bien narrada y con un buen tratamiento (y otra crítica a cierta burguesía ciega).

Nomás abrir la revista, Torres Novoa ofrece una excelente historia corta

Aquí también Joni B, el colombiano que supo publicar en Historietas Reales, ofrece dos páginas sólidas con una simple escena de pareja bien armada. Ahí también llama la atención el trabajo de Eme A Noreña, de trazos elegantes, aunque la tipografía excesivamente estilizada dificulta la lectura de los globos.

De los argentinos que participan en la revista, que son muchos, viene bien notar cómo Keki Unpuntito viene haciendo más y más sólidos sus guiones. Y a Max Aguirre que ofrece un balance anual personal algo desesperanzador, pero narrado con buen gusto.

Finalmente, se lleva merecidos elogios Midnight incident, de Manuel Gómez Burns, una idea bien resuelta en unas páginas de narrativa impecable y un manejo simpático de los recursos historietísticos.

En resumen, una revista sólida, que refleja el buen momento creativo que atraviesa la historieta latinoamericana y permite ver autores que de otro modo no se conocerían en Argentina.