Quien más, quien menos, casi toda la humanidad ha tenido en algún momento u otro la sensación de que hubo un instante de su vida que cambió su futuro. Algo que se hizo o se dejó de hacer. Una palabra callada o dicha de más. Un evento incontrolado y azaroso. El coletazo de una desgracia -o alegría- ajena. Un amor que no fue y caló demasiado hondo. Un padre ausente. Una incógnita en -disculpen, lectores, la vulgaridad- la ecuación de la vida. No son pocos quienes años después se siguen preguntando «¿qué hubiese pasado si…?»
Esto para empezar a hablar de El Campito, la novela gráfica de Diego Agrimbau y Hernán Gutiérrez que, además, supone la primera edición conjunta de LocoRabia y el Grupo Belerofonte. La historia transcurre en el barrio porteño de Flores y desde la tapa garantiza paisajes naturales. Ese paso a nivel, esas fachadas antiguas en las esquinas y esas baldosas son las mismas que camina el guionista cuando sale de su estudio para despejarse un rato. Son, sin dudas, aquellas donde se sometió al fotógrafo de Página/12 para su entrevista y que Gutiérrez retrató para documentarse.
«En el año 1987 yo solía ir a jugar a las vías del tren, tenía un par de amigos como los de Luis y vivía en Rivadavia y Nazca, barrio de Flores. Hasta ahí llegan las capacidades autobiográficas de esta historia», advierte Agrimbau en un prólogo ubicado extrañamente al final del libro. Las palabras del guionista también dan cuenta de algunos otros detalles extraños de la hechura de la novela. Por ejemplo, (more…)