Cuadritos, periodismo de historieta

abril 14, 2009

Rolo y las prefiguraciones de Oesterheld

Pistolas desintegradoras y parafernalia csi-fi pulp en Rolo, el Marciano Adoptivo

Pistolas desintegradoras y parafernalia csi-fi pulp en Rolo, el Marciano Adoptivo

Podría simplificarse el asunto afirmando que Rolo, el marciano adoptivo es un ensayo o «hermanito menor» de la verdadera obra maestra de la dupla Héctor Germán Oesterheld-Francisco Solano López: El Eternauta. Pero una simplificación escondería méritos y defectos propios de la obra que acaba de ser rescatada por la colección Continuará, que se publica junto a la revista Fierro.

Aclaración para los incautos: Rolo no es marciano. Es un humano que escapa a su condición de tipo corriente y se ve envuelto en una lucha denodada por salvar a la Tierra, a Marte, al sistema solar y a la galaxia toda de la tiranía de los pargos, opresores que viajan de planeta en planeta buscando oxígeno.

Pero a diferencia de la cantidad inabarcable de méritos de la obra maestra de Oesterheld-Solano López, Rolo tiene varias fallas que evidencian los primeros tanteos del Oesterheld guionista en la ciencia ficción. Más allá de lo simplón de algunas ideas, estructuralmente una de las primeras cosas que salta a la vista es la falta de «ganchos» fuertes hacia el final de cada capítulo de la historia.

En muchas ocasiones, incluso, el lector tiene la sensación de que si el próximo número no se publica, o se pierde en el camino, no habrá perdido nada indispensable. Parecerá menor, pero para una historia de raíz folletinera se trata de un error funcional importante. Esto es muy diferente a la otra obra señera de la dupla, en la que cada episodio dejaba una sensación de anticipación difícil de lograr.

De la mano con esto, en ningún momento la lucha parece desesperada. Pese a que Oesterheld nos repite insistentemente que el enemigo es inmensamente superior, Rolo y su grupete de amigos de la comisión directiva del club barrial Meteoro rara vez parecen estar en peligro serio. Es cierto que alguno muere en el camino, pero en El Marciano Adoptivo no existe esa sensación de riesgo acuciante que está omnipresente en El Eternauta. Si fallecen los ocasionales aliados de los protagonistas, parece el recurso de las películas de acción hollywoodenses que incluyen coprotagonistas de alguna minoría étnica sólo por corrección política y los matan a minutos del final en alguna acción -eso sí- heróica, para que el muchachito WASP de turno se quede con la chica.

Como en El Eternauta, aquí la aventura («ponela con mayúsculas», diría Juan Sasturain) va a buscar al héroe a su vida cotidiana. En este caso, a una escuela primaria. En el club de barrio. En un grupo de héroes que, a diferencia de los norteamericanos que suelen formar parte de una misma task-force, aquí se conocen íntimamente por defender los colores de su institución con un balón número cinco al pie.

Con la irrupción de lo inesperado la rutina se rompe y entra en escena un nuevo universo a la espera de que protagonistas (y lectores) lo descubran. Esta innovación, que aún hoy muchos historietistas contemporáneos reconocen como influencia, se mantiene y profundiza en El Eternauta.

Rolo en la portada a color de Hora Cero. Se publicó entre mayo de1957 y junio de 1958

Rolo en la portada a color de Hora Cero. Se publicó entre mayo de1957 y junio de 1958

Otro detalle que ya entonces Oesterheld comenzó a explorar fue la idea del héroe colectivo, del grupo como catalizador del cambio. Sin embargo, una noción insinuada en Rolo que se abandona en los primeros momentos del Eternauta es la visión ecuménica del cambio.

Como muchos filósofos políticos han hecho notar, desde la Revolución Francesa a esta parte toda revolución que verdaderamente se pueda catalogar de tal aspira a cambiar no sólo su país, su barrio o su espacio, sino el mundo entero. La idea revolucionaria es tan poderosa que sólo el cosmos puede contenerla. Esta mirada está implícita en Rolo, que «exporta» la lucha hacia el resto del sistema solar, pero decae en El Eternauta, donde los personajes están confinados bruscamente en una Buenos Aires desértica.

Este aspecto de las dos historias, interesante de por sí, también revela cuánto aprendió Oesterheld narrativamente de la experiencia con su ficticio presidente de club de barrio: una historia demasiado grande sin los cimientos correctos se hunde en el barro, y empantanar el relato es el peor pecado de los narradores. No en vano, de una historieta al otro HGO disminuye de forma ostensible la cantidad de texto presente en las viñetas, dando más aire al trazo seguro y detallado de Solano López y permitiendo que la acción también narre.

Sumando y redondeando, ¿es Rolo, el Marciano Adoptivo una obra imprescindible? No. Sí podemos afirmar que es una historieta importante, un hito soslayado pero no por eso menos fundamental de la carrera artística de un guionista fundamental del medio en nuestro país, y una lectura insustituible para quienes quieran reconstruir los méritos formales y estilíticos de Oesterheld y Solano López.

En su momento, en la revista El Péndulo el propio Sasturain había publicado un artículo sobre Rolo, el Marciano Adoptivo. El suplemento Radar de Página/12 lo recupera aquí.

5 comentarios »

  1. Creo que sería importante considerar que ésta es una de las primeras colaboraciones entre Solano y HGO, casi diría un «se están conociendo» como toda pareja, no? Y otro dato importante es que creo que Solano era un niño, dibujó el Eternauta a los 22 añitos nomás, no soy muy ducho con las matematicas pero calculo que debía ser mucho más chico. Entre eso y que HGo recién empezaba su carrera creo que está bastante bien.
    Por otro lado, si me permitís la crítica, Andrés, por favor no te ofendas que me encanta el sitio y siempre lo leo, la idea de una rutina que se rompe trayendo la Aventura (vamos con mayúscula nomás!) a un tipo «normal» es muy anterior a HGO, ya Platón habla de Héroe Épico y pone aquella como una característica casi fundamental del mismo. No sé, como que entendí que le dista la autoría a Oesterheld. Seguro me confundí, que nabo!

    Comentarios por Capitán Manu — abril 14, 2009 @ 10:21 am | Responder

  2. Me pareció una historieta hermosa. La leí al sol, mientras mi nene corría con un amiguito en una plaza, y la disfruté en estado de felicidad.
    Hay que disfrutar la despreocupación, la liviandad, que los relatos deriven de aquí para allá sin llegar a ningún lado: no todo es Alan Moore en esta vida…

    Comentarios por Federico Reggiani — abril 16, 2009 @ 1:24 pm | Responder

  3. Capitán, perdón la tardanza, se me quedó colgado este comentario entre la avalancha de respuestas en la nota con Alcatena. Conozco la idea de héroe épico, claro está, e incluso rendí mis dos últimos finales de la facultad hablando de las diferencias de paradigmas entre la idea de héroe homérico y la de Eródoto (del que HGO, me parece, podría ser un lejano heredero). Pero lo que sí hizo él fue traer esa Aventura a Buenos Aires y alrededores. En literatura ya había antecedentes (Arlt, sin necesidad de ir mucho más lejos), pero no había antecedentes fuertes en historieta. Por lo demás, el héroe homérico (que es nuestra imagen prototípica del «héroe» griego, con sangre divina), ya era de por si un tipo fuera de la común, vamos, era un flaco que jugaba en primera porque tenía el favor de los dioses del Olimpo, y de su herencia mística tenía talento preternatural en lo que terciara. Eso no pasa en los relatos de Oesterheld, en los que sus protagonistas se las arreglan con los conocimientos que puede tener cualquier vecino más o menos de barrio.

    Federico, ¡yo también la disfruté! No al sol ni con niños correteando, pero me pareció que correspondía hacer esa mirada para correrse un poco del lugar común de Rolo como simple «obra menor» de HGO.

    Comentarios por Andrés Valenzuela — abril 16, 2009 @ 1:41 pm | Responder

  4. Hola Andrés, estoy seguro que sabías la definición de Héroe Épico, se nota que sos un tipo que estudió mucho y no un salame cualquiera que escribe lo que se le ocurre; esas son las características que me hacen volver aquí muy seguido, no sé si te lo dicen mucho pero tus entrevistas son interesantes y tus críticas más. Sos un tipo con mucho talento y me alegra que te vaya bien, significa que a veces el talento aporta. Por favor no te tomes mi comentario como un signo de pedanteria o de prepotencia intelectual, nomás quise sumar un dato que se me ocurrió cuando leía, tirar una opinión.
    Y sí, HGO nos dió a todos la posibilidad de tomarnos un colectivo, pasar por la cancha de River y rememorar una batalla que ya está tan instalada en el inconsiente colectivo que no terminamos de saber si pasó o no. Éste chabón era un groso, supo hacerlos humanos, ninguno de nosotros duda de la humanidad de Ezra ni de la existencia de una amistad palpable entre Favalli y Salvo.
    Ésas cosas sólo surgen de una mirada humanista y sensible frente a las cosas qu te rodeen.
    Aguante, viejo, aguante.

    Comentarios por Capitán Manu — abril 16, 2009 @ 5:16 pm | Responder

  5. Leí la historieta «Rolo» cuando era chico (fines de los ’50), como tantas otras me atrapaba y no podía resistirme imaginar la continuación (la revista era semanal, me las compraba mi abuela) Mi estupor fue 15 años mas tarde cuando en televisión comenzaron a dar la serie americana «Los Invasores», la trama era igual llevada a estados unidos¡ todo hasta el episodio que los alienígenas (en la tira de Rolo eran «Los pargas») quieren tomar el poder suplantando al presidente de la nación, no solo la trama era era igual, hasta algunos episodios, como por ejemplo el de el presidente suplantado: tomaban la forma humana, se desintegraban, los «pargas tenían pistolas que desintegraban y todo el mundo ignoraba sus existencia y a Rolo casi nadie, a excepción de sus amigos le creía, todo casi idéntico ..A mi no me parece tan descabellada la idea de que alguien llevó la porteña idea de Rolo a estados unidos y ahí, le agregaron muy poco..

    Comentarios por Eduardo Blanco — agosto 12, 2011 @ 12:08 pm | Responder


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