Que se vengan los chicos

Pelotazo busca acercarse a los chicos hablándoles de igual a igual

Hay cosas mágicas e inasibles en la oferta cultural para los chicos. ¿Por qué tienen éxito impensado algunos productos y otros fracasan estrepitosamente? Nadie lo sabe. Hay intuiciones. En última instancia, uno de los principales problemas de cualquier obra para niños es que la realizan adultos. Y hay sensibilidades propias de la infancia que la mayoría de “los grandes” abandonaron, olvidaron o –peor aún– no se atreven a mostrar. Justamente los escollos que los autores de la revista digital Pelotazo buscan evitar.

Vale el caso paradigmático de Brian Jánchez, que aquí propone Soy L.A. Ventura. Las epopeyas de entrecasa de una chica que desborda imaginación. El autor propone situaciones que cualquier chico despierto crearía para entretenerse en una tarde aburrida. Quizás se deba a que Jánchez recuerda muy bien muchos pasajes de su niñez, como plasmó en su autobiográfico Shloishim. En esa novela gráfica no hay mucho margen para el mundo encantado, pero sí se percibe el olfato para captar sensaciones propias de determinada edad. Esta sensibilidad reaparece en medio de los delirios de Ventura.

Jánchez es uno de los responsables de la revista, pero no el único. Con él ponen el hombro Jorge Guillermo Palomera y Juampa Camarda, y colabora un buen número de promesas, incluyendo a Hernán Carreras, María Magdalena y Juan Caminador, como habitués, y otros varios como animadores ocasionales.

Una de las cosas destacables de Pelotazo es que sus historietas no pueden clasificarse como “para chicos” o “para nenas”. No hay ninguna página que restrinja de ese modo a sus lectores. Así, el conjunto resuelve personajes fijos como Ventura y Topati, pero también series como Mostros –sic– en la casa, El viaje de Evaristo, Soy la Magdalena, y Tali en la torreos. La revista completa su oferta con distintos cómics unitarios y un cuento corto por número.

Tali en la torre

El tono general de la publicación es humorístico, con ligeras pinceladas de “historias de miedo”. Destacan los chistes de “mostros” de Camarda, que funcionan bien, lo mismo que Topati (también de Jánchez). Otro tanto sucede con Tali, donde Palomera le pone guión mudo a Hernán Castellano para la vida de una princesa.

Para chicos, y por chicos grandes (o grandes chicos, a gusto del lector), Pelotazo aparece como una revista indicada para ese difícil rango de edad que fluctúa entre los seis y los nueve. Sus autores son todos jóvenes historietistas emergentes. Por “jóvenes” debe entenderse “veintipocos”, no “treintaylargos”. Llevan poco tiempo en esto de las viñetas, pero varios de ellos han tenido tiempo de ganarse algún reconocimiento del circuito. No es casual. Habrá que prestar atención, porque de pronto los chicos se vuelven grandes.