Cuadritos, periodismo de historieta

julio 22, 2012

JSV: «Casero tiene muy claro el equilibrio compositivo de lo que hace»

«Quería mostrar un mundo de fantasía, feliz en medio del deterioro y la cosa trash»

“Aduken, ¡sentado!”, ordena Juan Sáenz Valiente y el aludido, un perro negro y atorrante, obedece. Hace caso en medio de una galería en pleno Barrio Norte. En un local atestado de gente que está ahí justamente para escuchar una entrevista pública al responsable del can. Aduken acata y el dibujante lo felicita. “Muy bien, hacé lo que quieras ahora”. Y el perro va a echarse a su lado, junto al neumático que reza en pintura blanca “Más allá de la Ricchieri”, que es el nombre de la muestra que se expone en Moebius Liceo (Av. Santa Fe 2729, 13 PB, Capital Federal) hasta el martes (24/7).

La entrevista organizada en conjunto por Moebius, la Revista NAN y Cuadritos se extiende por más de una hora y resulta imposible plasmarla toda. En unos párrafos, aunque sean varios. Los asistentes que ocuparon el lugar escucharon al dibujante hablar de su nuevo libro, que será publicado en España, y de su costumbre de recibir colegas extranjeros en su casa. También de su rutina de paseos a Aduken, de su formación y de sus vicios para dibujar. Lo que llega aquí es mucho más inmediato: la trastienda de la muestra y la increíble serie de historietas que realiza para la revista Orsai junto a Alfredo Casero.

La patria de la infancia

“Mi familia, por parte de madre, tenía un country por Ezeiza, pero a ella le horrorizaba eso, quería despegarse de la cosa nueva rica, y por eso se casó con un Sáenz Valiente”, comienza el primero de muchos circunloquios y arranca varias risas. “Para ir había que ir por la Ricchieri, que es la autopista que va a Ezeiza”, explica e informa que al atravesarla se ve “campo y una arboleda enorme”. Con su primero jugaban a imaginar qué mundos había tras ese bosquecillo. “Siempre pensábamos en cosas completamente fantasiosas e increíbles, paisajes medio suizos, con gente y lagos, vos pasabas y había montañas”.

El reino del revés: bocetos en la compu, entintado a mano

Los años pasaron junto con el encanto infantil por el country. “Una vez me pasó que no tenía plata y tenía que ir a buscar a un amigo, y me tomé el colectivo (el 8 o el 86, apuntan del público), que hace una cosa así hasta que llega”, gesticula una maraña imposible de desandar. “Son más o menos 150 pesos contra 4, y 40 minutos contra tres horas, pero es barato”, señala y cuenta que en cierto puntonotó que el colectivo había atravesado esa línea mítica de árboles.

¿Qué había? “Nada, una porquería, es el conurbano bonaerense triste, una planicie con casitas, tiene su atractivo, pero no es compatible con ese mundo maravilloso que yo imaginaba”. El contraste lo impulsó a hacer los dibujos, mezclando sus fantasías infantiles con “el deterioro” de lo concreto “Quise jugar con ese contraste entre la inocencia de la infancia, medio miyazakista, con la crudeza de la realidad”.

Sáenz Valiente despega la muestra de las fábulas clásicas. Su muñequita, afirma, tiene poco que ver con Caperucita, Alicia y Dorothy. “Siempre que hago mis cosas las llevo a un taller literario de una dramaturga que valoro mucho, Luisa Irene Ickowicz. Ahí me di cuenta que esto se estaba encarrilando en una historia de conurbano y gente pobre frente a la gente con plata que viene de Ezeiza, y yo no quería que tuviera denuncia social. Quería un mundo de fantasía y feliz aún en el medio del deterioro, de la cosa medio trash. Por eso el contraste es que sea medio una muñequita la protagonista, medio de juguete”.

Primera página de lo que JSV y Casero publicarán en la próxima Orsai

Al encarar la hechura misma de la muestra, asegura que “robó abismalmente” al escandinavo Marko Turunen. “Un escandinavo al que acá no lo conoce nadie, pero por más que le afanes radicalmente a alguien, siempre queda algo tuyo”, explica, “el cineasta Sidney Looney siempre dice que homenajear y robar son sinónimos”.

Su auténtica dificultad, confiesa, fue dibujar a mano, pues no quería una muestra de obras impresas. “Es difícil, porque dibujar en la computadora se me convirtió en completamente enviciante”. ¿Un personaje le quedó cabezón? Lo arreglaba con Photoshop. ¿Muy estirado a la derecha? Lo mismo. ¿La mano salió mal? La dibujaba a fuera y luego la pegaba en la pantalla. “Hasta que me di cuenta del despliegue de cosas que hacía en el papel y que después tenía que traducir en la compu, ahí me di cuenta que era más fácil directamente dibujar en la compu. Mientras dibujo ya voy corrigiendo las formas”. De modo que ahora “sufre” al dibujar a mano o hacer un mural. “Empezás, se te va todo para allá y después no lo achicás, la cagaste, ¡es terrible!”

De modo que invirtió sus viejos pasos. Hizo los bocetos en computadora, los imprimió, “calcó” y entintó a mano, con Rottring y pincel. Turunen, revela, hace exactamente eso.

La muchas veces loca experiencia Orsai

Cuando Sáenz Valiente hizo su primera colaboración para la revista autogestiva de Hernán Casciari, no la conocía. Le tocó adaptar un cuento del creador de la publicación y desde entonces quedaron las ganas de volver a trabajar. Hasta que surgió la posibilidad de hacer una serie de historietas nuevas, rotando guionistas. Eligieron empezar bien arriba: con uno de los habituales delirios de Alfredo Casero.

«Lo ataba todo», el equilibrio compositivo en un moco

“Lo conocí el año pasado porque el tipo hace algo que llama Experimendo, tiene un campo por San Luis, vos pagás y vas ahí por cinco días, estás con él y unas personas más, según su estado de ánimo”, relata el dibujante. “Pagué, fui, le mostré mis dibujos e hicimos buenas migas”.

Un día la asistente de Casero, que compraba la revista, lo felicitó por su adaptación. Eso encendió inmediatamente el interés del humorista y músico. “Y ese día llego a casa y fue una cosa de sincronicidad del carajo, tenía un mail de Casciari diciéndome este año salimos bimensuales y queremos que hagas cada número una historieta con alguien conocido, ¿quién se te ocurre?”, comenta. “Así que le dije que habíamos pensado en proponer algo con Casero».

“La idea era cambiar de autores, pero la historia fue tan fuerte, tan rara, que dijeron si pasamos de un perro que es Hitler y es penetrado por su dueño, a Jorge Drexler, la cosa no va a tener ningún patrón de nada”, cuenta y todo mundo estalla en risas. “Podía tener el patrón de no tener patrón, pero ellos querían cierta línea, y si querían algo delirante, este tipo es el rey del delirio”.

La experiencia de trabajar con Casero es, por lo menos, inusual. En lugar de escribir los guiones, los relata. Cita al dibujante en su casa y lo pone a filmar. Cada visita significa estar listo para lo imprevisto y puede extenderse por horas antes de poder abordar efectivamente la historia de turno. Sin embargo, Casero tiene el entusiasmo del novel, pues aunque tiene mucho camino recorrido, hasta ahora jamás había hecho historieta.

“Siempre me pregunté hasta dónde es improvisado y hasta dónde está pensado todo lo que él hace”, revela Sáenz Valiente, antes de pasar a una anécdota ilustradora. “La primera vez me dijo bueno, te voy contando cuadro por cuadro, Cuadro 1, y empezó están las tías del chico tomando sol en pelotas con la concha abierta, porque ellas piensan que por una premonición va a caer la garcha de Chayanne del cielo y las va a embarazar, y jamás me dijo fin del cuadrito 1, ¿cómo carajo dibujás eso?”

Una de las ilustraciones más celebradas de «Más allá de la Ricchieri»

“Además, si en el momento lo interrumpís, lo sacás del trance, no es el momento, pero vos le preguntás después y el tipo lo tiene muy definido, es muy fuerte”, a la coherencia absoluta del delirio que le ofrece su partenaire, se suma un ritmo narrativo que para Casero resulta intuitivo y natural. “Tengo que hacer encajar en las páginas todo lo que cuenta, y a veces tengo que resumir o volar partes, porque tenemos entre cinco y siete páginas en Orsai”.

Cuenta el caso de un personaje que, agarrado a un molino, atraviesa la Patagonia en vuelo. “Entonces él me dijo que el tipo ahí arriba se saca un moco y dice no hay nada más rico que un moco a 4 mil metros de altura, y se lo come”, cuenta el dibujante, “no me entraba y le saqué el globito, y cuando a las dos o tres semanas le muestro la historieta, la lee y dice acá ponele que diga que a 4 mil metros de altura un moco equivale a un cognac y un cigarro Cohiba, ¡la empeoró! Pero el tipo había hecho el equilibrio que necesitaba para que el personaje saque el moco. Es increíble”.

“El tipo capaz vuela todo lo que quieras, pero tiene muy claro cómo es el equilibrio compositivo de lo que hace para que esto dé risa, que funcione, saqué o puse cosas y me di cuenta que no le cerraba, sabe precisamente lo que quiere”.

¿Más sobre Alfredo Casero? El #7 de la revista NAN le dedicó su portada.

4 comentarios »

  1. Muy bueno, gracias Andrés, un honor ser entrevistado pro ud. Lo único; Lumet, no Looney

    Comentarios por Juan Sáenz Valiente — julio 22, 2012 @ 4:16 pm | Responder

  2. muy buen trabajo!

    Comentarios por Sub! — julio 22, 2012 @ 5:55 pm | Responder

  3. Ah, mi tio bisabuelo Juan carlos

    Comentarios por Zambrano — julio 22, 2012 @ 6:05 pm | Responder

  4. Compartimos al Canal Saludos ! .
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    Comentarios por Fusor Tv — julio 23, 2012 @ 10:57 am | Responder


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