El tiempo justo

La idea de Contratiempos surgió de un relato de amor anarquista

«Una cuestión que me interesa contar es la de la sincronía, tanto con las cosas como con las personas. A veces no importa tanto hacer lo correcto, sino caer en el momento indicado», define Érica Villar las claves argumentales de Contratiempos, la historia que publica en Cuadritos a una página por semana. Un relato de relaciones a destiempo y momentos cruzados que la autora siente como «muy personal», aunque cualquier lector podría sentir que retrata algún momento de su vida. «Siempre mostrás algo tuyo cuando estás narrando», considera, «pero en algunas historias se da más».

Como rezaba un clásico del rock argentino, aquí importa «el momento en que estás», el presente. «El tiempo siempre fue clave para mí y estuve siempre peleando contra él, entonces el título es también un juego de palabras: un contratiempo es una dificultad o un problema, pero acá también es pelear contra el tiempo, como si fuera un adversario», reflexiona Villar, quien no cree en las casualidades: «si vos reparás en que algo es una casualidad, es sólo porque vos lo decidiste así, nunca es casualidad, las cosas pasan todo el tiempo, pero uno no repara en ellas constantemente».

Formada primero en el colegio Fader (con orientación en dibujo), luego en el IUNA, en la Escuela Argentina de Historieta y más tarde alumna de Lito Fernández, Diego Agrimbau y Pietro (además de un breve pasaje por las aulas del sur bonaerense, de Diego Greco), esta joven autora mezcla influencias muy diversas. La experiencia universitaria, aunque completa, la decepcionó. «Yo iba con historieta y los profesores me decían que estaba bien, pero que ya estaba visto«, recuerda y lamenta que los profesores de dibujo de la universidad no entendieran el lenguaje de las viñetas en toda su complejidad. «Una vez llevé una historieta como trabajo y me hicieron llevarla al espacio urbano», cuenta todavía indignada.

Aprobó la materia, pero decidió que su camino no estaba ahí. En plena ebullición y despliegues, llegó a Lito Fernández (Dennis Martin, Tex -Italia-, Precinto 56). «Él me dijo la historieta es esto, y lo demás era humor, o funny, o lo otro, entonces ahí me discipliné mucho, pero a la vez me cerré un poco», reflexiona sobre ese aprendizaje directo con el profesional. «Ahora estoy yendo con Pietro, que me hace abrirme un poco más». Su dibujo, considera, tiene marcas notorias de la influencia de ambos docentes en su entintado, mientras que el coloreado revela la tutela del dibujante de Cieloalto.

Los perros serán un componente importante de la historia

El trato con Agrimbau, en tanto, sentó las bases de su formación como guionista. «Me costaba cerrar las historias, y eso era porque me faltaban un montón de herramientas que aprendí con él», reconoce. Puesta a analizar su propia historia, asegura que pese a las apariencias no se trata de una historia costumbrista. «Pasa mucho más por lo simbólico y trato de hacer analogías entre lo que se dice, lo que se ve y lo que no se ve, eso que le dejo al lector», avisa, señalando el papel destacado en la historia que tendrá la presencia perruna (que ya se vio en las primeras páginas). Que haya parejas, además, no convierte la historia en costumbrista, advierte. «Acá nunca hubo mucha producción de cine de género, y si la hay, es muy under, entonces pasa que como sos argentina y mujer, creen que hacés costumbrismo como si fuera una novela, pero esto no es un teleteatro».

Pergueñó la historia hace tres años y lo único que recuerda de su inspiración fue que por entonces leía un libro sobre amor anarquista. «¿Nada que ver, no?», ríe. «No recuerdo ya cómo lo relacioné, pero partió de ahí», y se queda pensativa unos minutos. Lentamente, algo empieza a asomarse, que permite atisbar retazos de lo que se avecina en la trama. «El personaje principal de ese libro era una chica que tenía una vida muy estructurada, una adolescente que se iba a vivir a Europa para no seguir más una norma», rememora, «es un poco lo que va a pasarle al protagonista, buscarse, encontrar otra rutina, pero una que no es la impuesta o la que viene de afuera, sino la que a uno le parece».

«También hay una cosa de dejarse llevar y de preguntarse por dónde pasa lo importante, porque a veces uno hace un montón de cosas y todas en el mismo nivel de importancia, sin identificar muy buen qué lo es de verdad, qué le interesa a uno», reflexiona y sin querer baja los reflejos: ¿qué es para vos lo importante?, se replica al otro lado del grabador. «¡Qué pregunta de psicólogo!», se queja y bromea al mismo tiempo. «Más vale que la historieta para mí es re importante», certifica con una taza de Lucky Luke cerca, «dibujo todo el tiempo, trabajo de eso y para mí es super importante».

Dentro de la historieta, explica, lo «más importante» le parece la narración. Todavía más que el dibujo y que la trama. «Cómo contar es fundamental, porque la misma historia puede ser una boludez o la historia de mi vida dependiendo de cómo te la cuente, cómo esté narrada», afirma. La otra parte clave, considera, es involucrarse con la historia. «Si alguien da mucho de sí, eso se ve», asegura.

Plantado a lápiz de Wendy, para Alemania - É.Villar y G.García

Además, le da mucha importancia al armado de página. «Busco que la página tenga una unidad, aunque la historia avance lento», comenta y reconoce que el relato en la web avanza despacio. «Quizás parece que en una página no pasa ‘nada’, pero eso mínimo que sí sucede cierra en esa misma página, y si no, plantea una intriga para la siguiente», profundiza, «en cada página está pensada la narración, busco cambiar ángulos, encuadres, cómo van diálogo y dibujo». Una tarea que jamás se detiene y tras la que corre al momento de cada publicación en Cuadritos.

«La historieta te exige ser muy constante», apunta y dice que le lleva largo rato cada página. «Me dicen que dibujo rápido, pero yo me pregunto entonces cómo hace la gente que tiene tantas páginas hechas», se sorprende. Señala el reloj, que marca pasadas las 19 de un viernes húmedo y largo. «Yo vengo del laburo a esta hora y las tres horas que me pongo apenas si llego a plantar la página», cuenta y para cuando termina de enumerar cada uno de los pasos que le exige la página, el recorrido le suma 15 horas sobre el tablero y la computadora.

Y al final, parece que como sus personajes, Villar también lucha contra el tiempo.

[Recuadro] A caballo por Alemania

«Era todos los días lo mismo: cuadro 1, Wendy se levanta y va al establo, cuadro 2, agarra el caballo, cuadro 3, se le pierde, cuadro 4…» y sigue enumerando la secuencia de unas curiosas historietas que hacía por encargo para unas revistas alemanas. Una serie de publicaciones sobre unas niñas que tenían aventuras mientras montaban caballos (o se les perdían). «Se ve que allá hay muchos fanáticos, porque yo hacía esta y allá había otra muy parecida, pero con otro personaje», cuenta. El guión venía de Europa y ella trabajaba junto a Gonzalo García (El Mitofauno).

«Te entrena, porque te hace dibujar todos los días, pero también te quema la cabeza, porque es todos los días lo mismo», señala para explicar por qué renunció. «No sentía que estaba haciendo historieta», revela.

Aunque asegura que no hizo «mucho más», su currículum parece contradecirla. Comparte espacio con algunos compañeros en el fanzine El hotel de las ideas, ganó un concurso de la Biblioteca Nacional en 2010. Este año el público la reconoció en un certamen español y un jurado integrado por Marcelo Basile, Javier Rovella y Silvestre Szilágyi le reconoció su Sapos (con Javier Hildebrandt al guión) con el primer puesto de la categoría Historieta Amateur en el concurso de la revista Comic.ar.