«Los últimos ocho años beneficiaron a la historieta argentina»

Un padre fascinado por Quino introdujo a Claire en el camino de la historieta argentina

«¿En serio?», preguntan muchos asombrados, cuando se enteran qué está estudiando Claire Denton-Spalding. Es que la norteamericana, oriunda de Chicago y graduada en Economía del Smith College, está en el país investigando cómo viven los historietistas argentinos. Desde que pisó Ezeiza hace seis meses, entrevistó a casi 30 autores, editores y figuras del ambiente, y visitó cuanto evento pudo, tanto en Buenos Aires como en el interior del país.

«Nadie pensó que me iban a otorgar la beca Fullbright», reconoce, y cuenta que para conseguirla pasó una selección que incluía a otros ochenta candidatos, para sólo nueve plazas. «En la universidad teníamos este consejero atemorizante, que agarraba tus papeles, los miraba, te miraba, volvía a mirarlos y sacudía su cabeza como diciendo ‘esto no es suficiente, tendrás que hacerlo mejor’, realmente daba miedo, y yo quería hacer alguna investigación económica sobre Argentina, pero ninguna de mis ideas le parecía suficientemente fuerte», recuerda. En algún punto alguien le sugirió hacer «algo con cómics». Denton-Spalding ya había estado en el país entre 2007 y 2008, y había podido asistir a uno de los primeros festivales Viñetas Sueltas. Entonces se le prendió la lamparita.

«Pensé en el impacto de la novela gráfica en Argentina: algo que era actual, tenía relevancia en la cultura y… me lo aprobaron». Sumó a Laura Vazquez Hutnik como su tutora e hizo las valijas, dejando en casa de sus padres libros acumulados de, entre otros, Quino, Peanuts, Calvin & Hobbes. «Pero llegué aquí y en 15 minutos me di cuenta que la novela gráfica tenía un mercado mucho menor que el de la literatura, así que cambié el foco de mi investigación a los artistas y la gente que vive de la historieta», explica.

¿Qué nivel de ingresos necesitan? ¿Es sólo un hobby o hacen de ello parte de su trabajo? Esas fueron algunas de las preguntas que guiaron las primeras etapas de su trabajo. «Ahora es más un estudio de un grupo social y de tratar de comprender su economía, un tema que siempre me gustó, y como siempre me gustaron los cómics, mezclar ambos era lo más natural».

En estos seis meses de trabajo, la norteamericana estuvo también analizando datos de las últimas décadas de la economía argentina, que utilizó para contrastar con la experiencia de los dibujantes y editores entrevistados. Aunque la investigación está lejos de terminar, Denton-Spalding tiene algunas conclusiones preliminares. «Hasta el momento, creo que la estabilidad económica del país le permitió a la gente probar suerte y dedicarse a hacer historietas», considera y contextualiza: «entre 2003 y 2011 el crecimiento del PBI (Producto Bruto Interno) del país creció a una tasa muy estable del 8 por ciento, algo asombroso en sí mismo, y también increíble que se mantenga constante». En esos años, señala, aparecieron Fierro y un puñado de pequeños editores.

«Si analizas el PBI de los 10 o 15 años anteriores, subía un poco un año, se hundía al siguiente, volvía a crecer, pero estos años fueron increíbles para este país. Así que estoy analizando cómo los últimos ocho años de estabilidad económica beneficieron a la historieta argentina y le permitieron a un montón de gente vivir de los cómics», analiza. «Muchos de los artistas que entrevisté pudieron empezar a vivir de esto alrededor de 2005-2006, dejando sus trabajos anteriores y hoy escriben y dibujan, pero también enseñan historieta».

Según se desprende de las entrevistas que realizó, la enseñanza es una fuente importante (y regular) de ingresos para muchos dibujantes ya establecidos. Además, la revista Fierro juega un papel importante en la generación de nuevo material. «Los ingresos que ofrece, aunque pequeños, son constantes, y eso ayuda a los artistas a producir, es un incentivo importante y también una fuente de dinero», destaca. La mayoría de las editoriales, comenta, no pueden pagar adelantos. En ese contexto, el pago por página que ofrece la revista coordinada por Juan Sasturain y Lautaro Ortiz ofrece, a la larga, un dinero que excede lo que un sello pagaría por adelantos del libro y permite la aparición de nuevo material. «Es una solución práctica», opina la economista.

La bonanza económica, analiza, benefició particularmente a quienes se formaron en los ’90, en la generación que se forjó al calor de los fanzines y la caída de la industria. Aunque entrevistó autores de generaciones anteriores, e incluso otros más jóvenes, Denton-Spalding enfoca su atención en estos. «Quería investigar los últimos 20 años, porque de las décadas anteriores ya hay mucho trabajo hecho», explica, «y en esa generación encuentro un patrón, mientras que con los más jóvenes todavía es difícil encontrar patrones comunes». Sin embargo, se anima a sugerir algunas puntas para ampliar el tema de quienes recién comienzan: «están haciendo casi todo sobre Internet, que está ocupando parte de la función que tenían los fanzines».

– ¿Cómo ves la industria de la historieta argentina en los próximos cinco años?

– Ay, Dios… ¿sabés? Cuando hago esa pregunta me dan esa mirada. Esa que dice «ay, nena, ¿no sabés de qué país estás hablando ¡Esto es Argentina! No tenemos ni idea de dónde estará la economía el año que viene. ¿No sabés nada de nuestra historia». Pero apuesto que si la economía continúa estable, en los próximos cinco años nos encontraremos con más pequeñas editoriales. También noto que hay mayor institucionalización de la historieta, sobre todo a nivel académico, que empieza a aceptarlo como un fenómeno importante de la cultura. En lo personal, me gustaría ver más interacción con el mercado norteamericano. Sé que ya un montón trabajan para DC o Marvel, pero sería genial que empezaran a colaborar con los sellos más chicos, las compañías independientes. Y, aunque sé que es difícil, porque no hay muchos traductores allí, me gustaría tener también escritores argentinos escribiendo para Estados Unidos.