Horizonte de posibilidad

Última parte de la serie de artículos Universo Fanzine, dedicada al semillero nacional del noveno arte. Pueden leer la primera parte aquí, y la segunda en este otro link.

La narrativa de Chenzo, en The Cum

Su vida era tranquila, pero un día decidieron complicársela un poco más. ¿Qué mejor modo para alguien con la cabeza puesta en las historietas que embarullarse las jornadas emprendiendo la quijotesca aventura de editar un fanzine? Casi todos los nóveles artistas consultados para la serie de artículos Universo Fanzine están atravesando por su primera experiencia de autoedición. La mayoría, también, estudia el medio. El sueño de muchos es un futuro donde el cómic no sea sólo un hobbie.

De las respuestas de los fanzineros se desprende la importancia de las escuelas y los talleres de historieta para la aparición de nuevos proyectos. Es el caso de los miembros de Hotel, que participan del curso de guión de Diego Agrimbau. Algunos, como Holmes o Sergio Sánchez además estudian cine. También del staff platense de Jodigoh!, compuesto por discípulos de Oswal en la Escuela de Dibujo de Garaycochea.

También en Ameku -un fanzine dedicado al manga- se da un proceso similar y que trasciende profesores, pues primero estudiaron con Nicolás Stilman en la escuela Nichia Gakuin, más tarde acudieron a Salvador Sanz y, ahora, reparten sus horas entre las clases de Andrés Lozano en la Escuela Argentina de Historieta y las de escultura de Matías Riera.

Página 25 de El Capitán Supositorio

Otros fanzineros, como cuenta Luis Rodríguez sobre sus compañeros en Karma, son o fueron estudiantes de dibujo. Algunos, aunque no es su caso, también asisten a clases de historieta. Kokambar, del Teatro de la Tinta, en cambio, reconoce que se formó «como pudo» entre el diseño gráfico de la UBA y el cine animado en la IDAC de Avellaneda.

Matías Chenzo, de The Cum, estudió hace años y recibe regularmente consejos de El Bruno. «Me ayudó a corregir todas las cagadas que me estaba mandando», confiesa el egresado de Bellas Artes y actual estudiante de cine de animación también en el IDAC.

Como quienes los antecedieron en las décadas pasadas, algunos de ellos también sueñan con dejar una marca en la historieta argentina. «Me gustaría aportar algo nuevo para renovar el ambiente», admite Rodríguez, «que las personas valoren el género, que es un universo infinito de posibilidades».

¿Escalera al cielo?

Ilustración de contratapa de Ameku

«El desarrollo artístico comienza con una decisión y no termina nunca», define categórico Joe (Jodigoh!). Hacer fanzines, entonces, es una parte indisoluble del crecimiento personal de cada uno de ellos. Holmes coincide, «uno está siempre en constante aprendizaje, aunque siento que llegué a un nivel de experiencia en que puedo usar lo que aprendí para crear, y hacerlo bien».

El horizonte deseado de la mayoría es poder vivir profesionalmente de la historieta. «Me conformaría con poder vivir del dibujo y que la gente me reconozca por mis trabajos», confiesa Chenzo. Varios están de acuerdo. Verónica Roldán, de 4m2, es la única que no parece estar segura de su destino entre las viñetas. «El que escribe puede moverse en muchos terrenos -argumenta- y el fanzine me permite expresarme, pero no sé si es el formato apropiado para mi, me falta tomar mucha sopa, sé muy poco de cómics». Su hermano, Luis sí sueña con vivir de su dibujo, aunque lo ve como algo lejano. «Estoy en etapa larvaria -reconoce-, comparado con el talento que hay en el medio, no creo que mi trabajo se destaque demasiado».

Algún otro cita una enseñanza de su mentor. «Una vez El Bruno me contó que en el dibujo tenés 3 momentos importantes: cuando sos un niño, cuando sos un adolescente, y cuando sos un profesional», relata Chenzo. «En la niñez generás ternura porque se trata de la más pura inocencia plasmada en papel. Cuando sos profesional tenés un nivel de conocimiento y un estilo de dibujo definido gracias al cual podés un producto de excelencia. Pero cuando sos un adolescente no podes hacer ninguna de las dos cosas. Es una etapa muy importante porque es en la que decidís qué hacer: si dedicarte a otra cosa, o ponerte las pilas para perfeccionarte».

Página de Hotel, el fanzine de guionistas

Él, como otros, tomó el segundo camino. En el proceso, todos aprovechan las libertades creativas que brinda el autoeditarse. «El fanzine es un laboratorio», define el representante platense y Sánchez parece coincidir cuando dice que «es el lugar de la prueba y las posibilidades».

«Para mi el under historietil es sinónimo de fanzine», intercede Holmes, «dentro de ese hábitat siento que puedo publicar libremente y expresarme como quiero».

En todo caso, esta libertad expresiva les permite ir encontrando el tono de su obra y confrontar su producción con el público. «Uno hace lo mejor posible, para que cuando la gente lo compre, lea, dé su opinión y así poder ir mejorando», sostienen los integrantes de Ameku, que, explican, siempre quieren cambiarle «algunas cositas» al producto terminado. «Somos concientes de que nos queda mucho por aprender, pero eso se logra trabajando».

Kokambar lo sintetiza con plena claridad: «hay que practicar y trabajar mucho, es una disciplina. Si sale mal, no importa. Hay que hacer otra historieta».