Pique corto con Maicas

Maicas sólo se pone serio para la foto

«Sí, es mi cumpleaños pero también es lunes, yo trabajo, venite tranquilo», anima Eduardo Maicas al otro lado del teléfono. Lleva 11 horas de estrenado el «59» en el item «edad» y seis más tarde tendrá el grabador de Cuadritos en su tablero de dibujo. No es difícil reconocer desde la vereda el estudio que tiene en Boedo, en casa de su madre. En la ventana tiene un muñeco de Buzz Lightyear e innumerables dibujos colgados. Hay posters de exposiciones, hay personajes suyos y ajenos, y hay fotos con muchachos de distintas épocas vistiendo la camiseta roja del equipo que ama: Independiente. En una pared del cuarto tiene una estantería de metal repleta de revistas. «No tengo ninguna Humi«, lamenta. Trabajar el día de su cumpleaños no le molesta en lo más mínimo. A fin de cuentas, sigue la vocación que tuvo clara desde sus primeros años. «Mi papá traía Patoruzú, Rico Tipo«, recuerda y finje tomar una revista en la mano y golpearla con el índice de la otra, «y yo le decía de grande quiero trabajar acá«.

De grande, recién empezada su carrera, había cumplido al menos parte de su sueño. Tres viñetas en las páginas de Patoruzú Semanal, gentileza -reconoce- de su tocayo Eduardo Ferro. «Fue casi al final de la revista», comenta, «había ido a verlo y no le disgustaron mis dibujos, me hizo algunas salvedades, unas indicaciones y se quedó con algunos, después compré la revista y vi ahí mis chistes». La publicación ciertamente lo animó a seguir, aunque podía darse cuenta que Ferro lo había hecho «para ayudar a alguien que recién empezaba». Guarda un buen recuerdo de esa reunión y de su fugaz editor: «él era muy didáctico, atendía a todo el mundo y aconsejaba bien, daba indicaciones muy precisas sobre el dibujo y el guión, a mi me sirvió mucho… me sirvió para no volver más», dispara con un tono de voz que desmiente la aparente dureza de sus palabras y larga la carcajada.

Le gusta reir y hacer reir. Tiene el humor negro como marca distintiva y lo pasea por todos sus trabajos. Está en las colaboraciones con Carlos Trillo (Clara de Noche y El Conejo de Alicia), en Comic.ar (con Loco de atar), en Fierro (donde hace Barrio Gris junto a Pipi Sposito) y en su libro de próxima aparición, que bromea con la pierna que deschava su infancia con polio: Maicas le pega con la de palo, que publicará La Revistería. También fue seña de identidad en su paso por la radio y por revistas señeras de la gráfica argentina: El Ratón de Occidente, Tía Vicenta y Humor.

Junto a Trillo y Bernet, Maicas lleva una década de Clara de Noche

– Le propongo algo: alternemos entre el recuerdo de sus trabajos anteriores y los comentarios de los actuales. ¿Empezamos por El Ratón de Occidente?

– Bueno. El Ratón de Occidente me sirvió para darme cuenta que podía alternar con los grandes. Yo había publicado en revistas más chicas, entonces eso era como un salto. Le había gustado mucho mi laburo a (Carlos) Abrevaya. Justo me publicaron unas páginas y la cerraron, pero nos hicimos muy amigos y laburamos juntos en radio, también. La revista fue una especie de antecedente de Humor, como Chau Pinela y alguna más de la época. Me da lasensación de que eran pruebas piloto para llegar a Humor. Funcionaron, pero hasta ahí. Esta era muy gráfica. También era mordaz como Satiricón. Estaban (Oscar) Blotta, (Jorge) Guinzburg… había muchos y buenos. Publicar ahí para mi era estar con los buenos.

– Las colaboraciones con Trillo. Clara de Noche y El conejo de Alicia.

– Trillo me trata mal (ríe), dice que no trabajo. Me hostiga. Me llama un montón de veces por día para ver si estoy trabajando -bromea-. Colaborar con él es bárbaro. Hacemos un dúo saludable, nos juntamos en un bar y hacemos cinco o seis tiras juntas, como para un mes. Después él redacta, que maneja bien el tema de la narración y por ahí luego reforzamos algún chiste. Cuando en El Jueves le pidieron «una historieta de la puta madre», él se ciñó perfecto e hizo una de una puta que es madre. Él es muy capo en sacar personajes, pero capaz la veta del humor no la maneja tanto y pensó en mi para ayudarlo a rematar las historias, que es mi fuerte. Igual ojo, no todos los remates son mios ni todas las historias de él. El Conejo en cambio sí lo hicimos medio juntos. Él tenía ganas de hacer algo con Mandrafina, nos juntamos y empezamos a tirar ideas, a él los cuentos de Alicia siempre le gustaron y a las cosas establecidas siempre le busca la vuelta. Tiene un poder formidable.

– Tía Vicenta.

Maicas estuvo en la recta final de El Ratón de occidente

-Ahí ya le tengo que agradecer mucho a Landrú, que me recibió muy bien. Le dio mucho laburo a muchos dibujantes. Era una revista política semanal que traía mucho material, muy interesante. Fue un momento bueno donde había muchas publicaciones.

– ¿Loco de atar es una especie de humor negro apto para todo público?

– Me parece que soy yo. Es una parte mía cuando me pongo loco. Es un poco lo de El otro yo del Dr. Merengue, es la locura que todos tenemos dentro y a veces sale, pero exacerbado. Me parece divertido. No sé si tiene mucha continuidad, vamos a ver cómo lo voy llevando para que no sea siempre igual el mecanismo, ¿no? Pero me gusta. Ahí el humor negro aparece sin querer. El otro día tiró a uno por la ventana y lo mató… y no me di cuenta (ríe) de la gravedad. Pero viste que en los dibujitos animados los personajes también se matan y al rato están ahí dando vueltas. Funciona un poco con ese mecanismo.

– Humor fue una revista central para los medios gráficos argentinos, ¿que le dejó su paso por ahí?

– Fue el broche de toda esa etapa, porque además la agarré desde el vamos. Fui a ver a (Andrés) Cascioli con Guinzburg, y nos contó que quería hacer una revista y quería que laburaramos ahí. Empecé a entregar material y publicar desde el primer número. Fue una doble página, me acuerdo. Después la revista fue creciendo y terminé dentro. Empecé como colaborador y terminé en el equipo creativo, reunido para hacer la revista, titulando las tapas, recibía gente, fui coordinador creativo. Fue muy importante para mi como laburo, y para mucha gente como lectores. Es una lástima que hoy no haya algo así, una revista con opinión jugada.

El fútbol, protagonista central de sus chistes

– Barrio Gris aparece en Fierro.

– A Pipi Spósito lo conozco de Humor y somos muy amigos, nos llevamos muy bien. Me parece que es un valor el Pipi. Él tenía ganas de hacer algo para Fierro, y a los dos nos gustan mucho las películas viejas que repiten en Volver, pero las viejas-viejas, ¿eh? Del ’40, el ’50. Barrio Gris tiene que ver con eso. Primero que es en blanco y negro, por eso el título, y segundo porque tiene las muletillas de las películas de antes, ¿viste? La viejita que es sagrada, el tango, el fútbol, el tipo que se va del barrio. Y le ponemos también una cuota de humor negro. Bastante. Pero bueno, ahí está la marca del medio, ¿no? Igual, Fierro es una revista en la que me da miedo publicar, che.

¿Miedo publicar? ¿Cómo a un humorista gráfico con la carrera de Maicas puede darle miedo publicar en una revista? La respuesta, como intuirá el lector regular de Cuadritos, el próximo domingo.