El año que Lunik se decidió

"Soy muy obse con los detalles". Foto: cortesía Oh la la.

«El año que viene quiero ver si me dedico a la historieta, porque se me está yendo la vida», comentó Alejandra Lunik en una charla informal. No faltaba mucho para el fin de 2010 y alrededor bullía uno de esos festivales dedicados al diseño, en este caso el diseño ecológico. Abajo había carteras hechas con neumáticos y otras delicias posmodernas similares. En la sala de al lado acababa de terminar la presentación de una línea de zapatillas ilustrada, entre otros, por Lucas Varela. Ahí, esperando un frappuchino gratuito, la chica de los ojazos se despachó con esa frase que tiene bastante de exageración y otro mucho de ganas de pegarle un volantazo al trabajo.

Seis meses más tarde, Lunik es responsable de una serie mensual en la revista Oh la la (Lola), una crónica cultural en la revista Ñ (en un espacio que comparte con el mismo Varela, Delius y Fernando Calvi), y siempre pospuestos proyectos con Laura Vazquez Hutnik, con quien ya publicó bastante en la revista Fierro (donde, además, fue la única mujer en ilustrar una de sus tapas). Aunque comenzó a los 22 metiendo chistes sueltos en la revista Sex humor y pasó por otras publicaciones, como PC Users, de la mano de Fayó, cuenta que recién ahora está «aprendiendo a tener un editor».

«Antes era muy libre en todo lo que hacía, en Oh la la tengo que mandar cinco guiones y ellas eligen el que les gusta», explica y cuenta que unos pocos días antes de la entrevista le rechazaron la página terminada. «Es que les mandé el guión y no lo respeté», ríe de la situación, «tenían razón, así que tuve que volver a hacer una parte, ¡pero quedaba mejor así!» Las editoras de la revista dedicada a las mujeres de La Nación tiene varias exigencias para con el guión: «tiene que ser muy claro, no tiene que ser mala onda, cínico ni nada por el estilo», puntualiza la dibujante. «Igual yo no soy mala onda, pero en cuanto cruzás un límite…»

¿Un poco de picardía complica las cosas? «Todavía no sé bien cuál es ese límite, hay momentos en que no lo entiendo», confiesa Lunik, «Matías Trillo, que es amigo mío, siempre me dice que cuando uno presenta un dibujo tiene que poner algo muy volado, muy fuera de contexto, entonces el editor te dice no, ¿cómo una vaca con alas? ¡Sacáselas! y no se meten más con la vaca, que era lo que vos querías dibujar».

Lola, una típica "chica Oh la la"

– ¿Será que no sos una «chica Oh la la?

– Antes lo pensaba, pero ahora estoy dudando de eso. Cuando fui a la entrevista, me gustaba mucho porque el diseño es lindo, el papel está bueno y las producciones también. Yo ya era ilustradora ahí, pero para la historieta me dijeron que una «chica Oh la la» es positiva, se cuida, no fuma, quiere tener hijos, se quiere casar. Fue una bajada de línea editorial muy clara, muy conservadora. No se puede decir del siglo pasado porque las chicas así existen, leen la revista y la editan. Después me di cuenta que yo tampoco estoy en contra de eso. No lo llevo como bandera, llevo otras cosas,  como trabajar de lo que me gusta o hacer historieta.

– En ese festival de diseño fuiste algo dramática. ¿Se te va la vida?

– Es una frase muy mía -advierte la entrevistada-. Pero ya no se me va. Y no se me va porque estoy haciendo lo que dije. Un amigo dice siempre que uno hace las cosas por el oro o por el bronce. El oro es el vil metal, el dinero. El bronce es la gloria. Yo venía laburando mucho por el oro. En el 2001 enganché una editorial de Puerto Rico, Santillana, y empecé a tenerlos como clientes todos los años, y eran todos presupuestos que no podías rechazar, menos en esa época. Me compré mi casa con eso. Y ahí descubrí que tengo una pasión por arreglar cosas, casas. Construir me encanta, diseñar y pensar mi casa, que no tenía cocina, placard ni baño, que era un PH hecho pelota. Así que empecé a laburar para arreglarlo, pensando en que iba a hacer la terraza, o una biblioteca. Todos los constructores me odian, porque soy muy obsesiva con los detalles.

De esa misma atención al detalle surge también la línea tan cuidada en su dibujo. Ahora, sin embargo, reconoce que eso la limitaba. «Estoy un poco más suelta, yo tenía mucha computadora encima, abandoné la mano, dibujaba con el mouse», recuerda y asegura que la máquina «te quema mucho la cabeza», al reemplazar la reflexión por la prueba constante y mecánica. En el cambio fue fundamental la influencia de Varela. «¿Viste que dicen que le robo a Lucas?», pregunta y continúa sola «volví a dibujar con marcador cuando me hice amiga de él, empezamos a laburar juntos y él estaba con sus cosas dibujando y yo en la computadora con los ojos colorados, así que empecé a dividir el día: hacía el laburo que me daba guita en digital y después dibujaba a mano». Tras un tiempo, aclara, retomó directamente el plumín. La influencia del creador de Paolo Pinnocho se extiende a sus lecturas. «Tiene una colección enorme y se la pasa prestándome cosas para leer», dice, extendiendo la mano con un ejemplar de Garage band, del italiano Gipi, también salido de la biblioteca de su colega.

La ilustración sigue siendo su principal trabajo

Tras varios años sin avanzar con sus ganas de hacer de la historieta un pilar de su vida laboral, 2011 significó el comienzo del despegue para la chica de zona norte, que ve sus primeras experiencias como algo muy lejano y apenas relacionado con su momento actual. Por supuesto, la ilustración para medios locales y extranjeros sigue siendo una gran porción de su trabajo, pero las viñetas ganan terreno con rapidez. Eso también la puso a pensar sobre su forma de encarar un relato.

Puesta a reflexionar sobre su mirada narrativa, Lunik asegura que sufre mucho los saltos narrativos. «Soy muy obse con eso», asegura, «me molesta ver fallas, o lo que yo llamo fallas, porque en verdad son maneras de narrar». Recuerda, a modo de ejemplo, uno de los últimos guiones que le pasó Vazquez Hutnik para la Fierro. «El guión decía que el Enano y Ana terminaban bajo las frazadas, y yo decía ¿cómo puede ser? ¡acaba de llegar de la calle! así que terminó con ella besándolo en el sillón. ¿Sino cómo terminan en la cama? ¡Me falta media hora de historia! A mí esos saltos me hacen ruido».

«Con lo de la Ñ estoy envalentonada. Me gustó el guión y cómo resolví el tema de las secuencias. Mandé la tinta antes, pero sólo para que chequearan que no había faltas de ortografía», comenta sobre la página -también mensual- en la que hablará de cine.

Y quizás porque empezó a leer historietas gracias a su padre, que cuando ella era chica tenía una librería de canjes y la estimulaba a leer, a Lunik le gustaría hacer una historieta infantil. «Pero funciono sólo bajo presión», desliza con un dejo de lamento, «sin editores me tiro panza arriba». ¿Y un blog? «Pasa que hacerlo es un esfuerzo enorme y ya me pasó con los manuales para Santillana que me empecé chinchuda y me doy cuenta que es porque quiero que se termine. ¿Viste cuando empezás a decir ¡y no te lo hago! ¡no te lo hago nada!?», pregunta y pone «trompita», como imitando a una nena caprichosa, para después reírse.