Silvestre Szilágyi: de memoria y oficio

Szilagy lee en el Parque Rivadavia, tras despedirse recorrerá los puestos de revistas

«No recuerdo emergencias similares, aunque me ha pasado salir de casa para entregar la historieta y descubrir que la página 16 (o cualquier otra) estaba sin entintar», recuerda Silvestre Szilágyi cuando se le cuenta que el grabador de Cuadritos decidió reemplazar media hora de charla por un pitido insoportable y uniforme. De cada uno de esos apuros, el entrevistado salió airoso a gracias a la práctica de décadas de oficio. Para estar a tono, entonces, esta entrevista también está construida con oficio (aunque varios años menos) y memoria periodística.

Szilágyi empezó su carrera hace 40 años en la editorial de Dante Quinterno y al poco tiempo se sumó al staff de Columba. Tras mucho trashumar distintos mercados comiqueros, su presente lo encuentra dibujando un personaje clásico para Estados Unidos: The Phantom (editado por Moonstone Publishing). Además, es colaborador de Comic.ar, donde lleva la serie Magia (en un pueblo polvoriento). Cuadritos lo encuentra a la mesa de un bar cuya ventana mira al Parque Rivadavia. Enfrente está sentado Quique Alcatena, y sobre la mesa hay tomos recopilatorios de DC con historietas clásicas, como Hawkman o Action Comics. Es material que al entrevistado le interesa y que suele hacerse traer por pedido desde tiendas online. «Muchas las leía de chico», contará luego, cuando su colega se haya despedido. «Otras tenía ganas y no tuve la oportunidad, o las conocí muy tarde».

Sonríe todo el tiempo. Nada parece perturbarlo y aborda cualquier pregunta sin problemas. Habla de su niñez en el agreste sur bonaerense, donde su familia había recalado tras venirse de Hungría. De juegos en los campos y de una niñez que recorrerse en español recién a los cinco años. «En casa no se hablaba, así que hasta que no entré a la escuela, no aprendí», explica.  «Leía las historietas y casi no las entendía, miraba los dibujitos», recuerda, «aprendí a leer prácticamente leyendo historietas». Ya empezaban a asomarse sus ganas de dedicarse al dibujo. Algo le venía de su madre «que era artista plástica en el régimen comunista, que le pagaba un sueldo a cambio de dos obras por año», destaca, «así que cuando a nosotros nos venían con el cuento del cuco comunista, teníamos también la otra campana de primera mano».

Primeros momentos de Magia, en Comic.ar

Cuando decidió ser historietista, empezó a recorrer redacciones. Tras la primera puerta encontró a un equipo de albañiles pintando paredes. «¿A usted también lo dejaron pagando?», le preguntaron. La editorial había dejado varios sueldos impagos y se había mandado a mudar antes de que él pudiera siquiera abrir su carpeta. Pero no desistió y siguió llevando muestras.

En Columba, cuenta, lo mandaron a estudiar. «Está bien, pero te falta», le dijeron y se anotó en el IDA (Instituto de Arte), donde se formó con Alberto Breccia y Pablo Pereyra. Las tintas de «el Viejo» lo sorprendieron, pero no lo capturaron. Su estilo era irremediablemente clásico y a partir de allí fue puliendo sus trazos. Cada semana, aún cuando ya había comenzado a trabajar para otras editoriales o en publicidad, iba a esa redacción con nuevas muestras. «¿Y? ¿Te dieron algo?», cuenta le preguntaban las secretarias. Tras más de tres años y conociendo a todo el staff de la revista, finalmente le dieron un guión para dibujar.

A partir de allí empezaron las historias bélicas, de ciencia ficción, policiales, ¡hasta romance! El tiempo lo llevó a trabajar para Italia y probar suerte en Inglaterra. Recorrió cuanto género le ofrecieron, y también tuvo épocas de vacas flacas. «Tuve momentos buenos y malos, pero nunca me preocupe demasiado, son etapas», confía.

Con la perspectiva que dan los años y la experiencia del «haber estado dentro», Szilágyi tiene una mirada particular sobre lo que pasaba puertas adentro en Columba, más allá de los pedidos que solían recibir los dibujantes para imitar el estilo de otro plumín. «Muchos se quejaban de que no los dejaban volar con el dibujo», comenta, «pero cuando se abrieron las posibilidades, no las aprovecharon».

Página del entrevistado en The Phantom: ghost who walks

¿Por qué? Ante la pregunta, el dibujante no duda demasiado. «Muchos no lo hicieron porque no les daba», dispara, «otros se habían acostumbrado y no podían correrse de lo que habían hecho durante 20 años. Por comodidad o incapacidad, al final sólo unos pocos pudieron aprovechar esas libertades». Uno de los que pudo, señala, fue su compañero de estudios del IDA, Domingo «Cacho» Mandrafina, hoy reconocido como uno de los mejores dibujantes argentinos.

Distintas dimensiones

Muchos lectores se preguntan qué ocurre realmente en Magia, la serie que Szilágyi lleva en Comic.ar. ¿Cuáles son los poderes de la misteriosa protagonista y su ayudante, Igor? Su creador prefiere no adelantar nada, y vuelve a sonreir pícaro. «La idea es que el lector sólo sepa lo que van diciendo los personajes, mantener el misterio», cuenta. Hasta ahora se sabe de un portal que es un pasaje a otras dimensiones. «Algunas personas, como la maga e Igor, tienen la facultad de pasar por ese portal a voluntad», concede, «controlan sus traslados de una dimensión a otra».

Estos poderes, acepta abundar un poco más, están gobernados por los campos geomagnéticos, y por los astros. «En la historia, los componentes de los astros también influyen en los seres vivos, este es un punto importante para la magia de la serie». ¿Qué hay en esas otras dimensiones? Por ahora la pregunta permanece un misterio, aunque por lo que se pudo ver, salen de allí seres de agua y fuego. «En los próximos capítulos se verán más detalles», confía, «como con los magos, hay que esperar a que hagan su magia».