Cuadritos, periodismo de historieta

enero 11, 2012

Por qué escribir «bien» (Primera parte: la perspectiva editorial)

Filed under: Especiales — Andrés Valenzuela @ 10:00 am
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¿Vale la pena escribir «bien»? ¿Tiene sentido discutir qué es «escribir bien»?

Acá no se van a zanjar esas preguntas. Tampoco se va a debatir sobre la evolución del lenguaje ni a teorizar sobre el futuro de la lengua (sí, ya: cada día se incorporan palabras nuevas al léxico y que hay tensiones propias de cada contexto social, de acuerdo). Acá la perspectiva es práctica, concreta y comiquera. ¿Qué ventajas tiene para la (una) historieta que su poco texto acuerde con las convenciones vigentes? Este es el primero de dos artículos en torno a la cuestión y analiza el tema desde una perspectiva editorial. El del próximo miércoles explora el asunto desde los autores.

La perspectiva editorial

La cuestión de la correcta escritura, desde una perspectiva editorial, se define en una palabra: ventas.

Quizás haga falta ser más claro: VENTAS.

Un libro puede enajenarse lectores por tener mala ortografía y pobre gramática, pero difícilmente alguien vaya a decir «¡llevate eso de acá, que está bien escrito!» Y si alguien realmente puede llegar a decir algo semejante, ¿vale la pena perder a un grupo numeroso de lectores por ese único comprador?

Hace algunos meses, Cuadritos publicó una pequeña noticia que fue prácticamente pasada por alto. Graciela Domínguez, representante del área encargada de la compra de libros para escuelas del Ministerio de Educación de la Nación, comentó al pasar en unas jornadas profesionales que estaban evaluando hacer una convocatoria para adquirir novela gráfica. Los editores de la sala pueden ponerse a hacer cuentas. ¿Cuántos ejemplares se le podrían vender al Estado? ¿Cómo motorizaría eso su edición anual de títulos? ¿Cómo les permitiría proyectarse?

Y una pregunta más, ¿cuántos libros con errores ortográficos creen se podrían vender al Estado?

Vale aquí otro ejemplo práctico. ¿Alguien imagina al jurado del Premio Banda Dibujada enalteciendo las faltas de ortografía de un libro? El Premio BD apunta, justamente, a oficiar de guía de compras entre docentes, bibliotecarios y padres. Guía de compras: decirle a gente con dinero y poder de decisión qué estaría bueno que compre para poner a disposición de niños y adolescentes -futuros nuevos lectores/compradores de historieta-. ¿Cuánto trabajo extra debe poner en el aula un docente que ofrece a sus alumnos un libro pobremente escrito?

Ahora, una elucubración. Los libreros suelen ser buenos lectores. Disfrutan de los libros (por algo se metieron a un comercio que ofrece dudosos réditos) y generan buenas relaciones con muchos de sus clientes-lectores. Sus recomendaciones pesan. Y dónde eligen ubicar cada libro, también. ¿No conviene que, si una historieta cae en sus manos, esté bien escrita?

En este punto vale hacer una salvedad: no todos los libros necesitan estar «bien escritos» y no todo el tiempo estar «bien escrito» significa seguir las reglas ortográficas a rajatabla (pero sí las gramaticales, una coma bien colocada oficia milagros). En ocasiones es necesario que una palabra aparezca de modo «incorrecto» para resaltar algún aspecto del discurso del personaje de turno. Pero debe ser una decisión y no un accidente. Sobre esto, de cualquier manera, se volverá y profundizará la semana que viene, pues eso compete sobre todo a la labor del guionista.

Es cierto que controlar todo esto no es un trabajo sencillo ni menor. Tiempo atrás, al ser consultado para una producción sobre el estado actual de la divulgación científica en el país, el editor Diego Golombek contaba sobre el proceso de edición de los libros de la colección «Ciencia que ladra», de la editorial Siglo XXI. Una colección cuyos libros venden mucho, dicho sea de paso, y que incluye entre su listado auténticos best-sellers como la serie Matemática… ¿estás ahí?, de Adrián Paenza.

La secuencia, explicaba el editor, empieza cuando él recibe el primer borrador. Lo devuelve con observaciones al autor, quien a su vez, retoca el texto, discute las observaciones y hace los cambios que crea pertinentes. Si Golombek se da por satisfecho, el libro entra a editorial. Sino, el proceso puede repetirse una y hasta dos veces más. Una vez en la editorial, el equipo de corrección de Siglo XXI lee el material y marca las  correcciones ortográficas y estilísticas que considera necesarias. Nuevamente al autor, nuevamente a corrección y así, hasta que las partes quedan satisfechas. Todo el proceso toma alrededor de seis meses. Y medio año puede parecer mucho tiempo, pero es lo que garantiza que la calidad promedio de la colección está bien arriba.

Es cierto que en el mundillo comiquero casi nadie hace esas tiradas de ejemplares como la de Matemática… ni factura esos volúmenes (bueno, los autores que no son Paenza cobran poco en cualquiera de los dos casos), y difícilmente un libro pequeño «justifique» todo ese trabajo. Pero también es cierto que entre las 200 páginas de texto de un libro de divulgación científica y las 60 y pico de una historieta, el esfuerzo que demanda una corrección ortográfica, gramatical y estilística es tantísimo menor. Hay muchísimo menos texto por corregir, vamos. Tan menor es el esfuerzo que, incluso, cualquiera podría preguntarse por qué algunas editoriales no buscan correctores nóveles entre los estudiantes de las carreras de edición, por ejemplo.

¿No vale la pena pagarle a alguien para que revise un libro si esto ayuda a venderlo al Ministerio de Educación? ¿Si ayuda a que otros 100 o 200 lectores le den una oportunidad? ¿Si lo hace más amigable a los ojos de un jurado? ¿Si lo vuelve recomendable para un librero? ¿Si le facilita al docente su trabajo en clase?

¿No vale la pena?

20 comentarios »

  1. Tengo una experiencia que contar relacionada con tema, con un desenlace cuanto menos penoso.

    Hace unos años formaba parte del equipo de trabajo de Ivrea, específicamente del Departamento de diseño gráfico, mismo que tenía como labor retocar y letrear los mangas que la editorial publicaba. Hablo en pasado porque ya no formo parte de ese grupo de trabajo ni esa empresa. En esa época, hace unos 2 años, la editorial contaba con un departamento de traducción y uno de corrección, en donde se tomaban las traducciones, se les adaptaba al castellano nuestro o al español si fuera necesario, y luego se les hacía todas las correcciones pertinentes, ortográficas, gramaticales, etc. Incluso ese departamento de corrección estaba capacitado para hacer algunas observaciones sobre el sentido de algunas traducciones, sobre todo cuando las mismas eran demasiado literales o algunos chistes se perdían en la traducción. Una vez el departamento de corrección daba el aprobado a un guión, recién ahí lo recibíamos nosotros (D.G.) para comenzar a trabajar ya sobre los mangas, y cuando nuestro trabajo finalizaba, una versión preliminar del manga regresaba al departamento de corrección para una revisión, y si existían errores, olvidos, e incluso si se corregía algo por primera vez, el material retornaba al departamento de diseño para los últimos retoques. Dependiendo del material, a veces ese feedback era largo y denso, pero tenía como objetivo depurar casi al máximo la posibilidad de que se filtrara un error en la impresión final.

    Con esta metodología quizás los mas críticos hacia esa editorial no lo notaron, pero la calidad final de lo que se publicaba había aumentado, siempre hablando de la ortografía, la gramática y las traducciones del material, dejando de lado la subjetividad de cada uno acerca del contenido de cada obra.

    Lamentablemente, por razones económicas, la empresa tuvo que tomar medidas extremas y despedir a gran parte de sus empleados, desarmar esos departamentos, y trabajar como lo hacían en sus comienzos. Ya no tengo contacto con gran parte del material que esta editorial publica, pero sí tengo conocimiento de la metodología que utilizan hoy por hoy para trabajar, y es imposible que con la misma puedan alcanzar el nivel que tenían en esa época. Una lástima, porque estoy convencido que como se trabaja en esos años era casi la única manera de garantizar un nivel elevado de presentación de cada tomo, limitando al mínimo la posibilidad de que se cometieran errores ortográficos, gramaticales o de traducción.

    De todos modos, este esfuerzo que esta editorial puso por mejorar le nivel de sus publicaciones nunca tuvo el reconocimiento que merecía, o al menos no se tradujo en una suba de ventas (quiero creer que fue así…), razón por lo cual hoy siguen trabajando como lo hacían cuando la poca infraestructura que tenían no les permitía otra cosa.

    Saludos

    Comentarios por Logan San — enero 11, 2012 @ 11:05 am | Responder

    • Tengo alguna idea de qué pudo tallar en eso, pero voy a dejar que la discusión se amplíe un poco antes de entrar a meter cuchara, ¿dale?

      Comentarios por Andrés Valenzuela — enero 11, 2012 @ 11:33 am | Responder

      • Dale, estaría copado leer tu idea/punto de vista sobre esto, Andrés. 😉

        Comentarios por Logan San — enero 12, 2012 @ 3:14 am

  2. Algo que llama la atención (o no) cuando uno mira una revistas de Columba es que es muy, muy raro encontrar un error ortográfico o una errata (un error de tipeo, digamos).
    Pero me parece que la cuestión excede a la historieta: la velocidad del paso del word del autor al producto impreso es muy rápida, y la inversión en correctores no siempre supone diferencias en las ventas. Hay erratas notables en libros de literatura y ensayo, por no hablar de los diarios…
    De todos modos, sería bueno que los editores de historieta tengan siempre a mano un libro clásico para ver cómo está hecho. No sólo por la ortografía y la gramática: me deprime ver libros de historieta sin portada, sin páginas de cortesía, con hojas en blanco numeradas, con la página de legales tirada en cualquier parte…

    Comentarios por joandemena — enero 11, 2012 @ 11:38 am | Responder

  3. «Y una pregunta más, ¿cuántos libros con errores ortográficos creen se podrían vender al Estado?»

    Los que le vendieron la campaña de vía pública a Daniel Scioli (creo que fue Sabaglio, pero no estoy seguro), decidieron que las mayúsculas no se acentuan… y en el esatdo no parece haber hecho mucho ruido el tema.

    Una nota de color (naranja), nada mas.

    Comentarios por Agustín — enero 11, 2012 @ 12:36 pm | Responder

  4. El tema es interesante, aunque lo considero mal encarado.
    Sí vale la pena.
    Claro que vale la pena gastar guita en hacer libros mejores. Y eso es independiente de que el Estado vaya a comparte, o no, alguna de tus ediciones.
    Vale la pena porque vale la pena hacer bien las cosas. Y hacer bien un libro siempre es más gratificante que hacerlo mal.
    Una vez casi me mato cuando vi uno de nuestros libros con unos HORRORES alucinantes en el prólogo… Sin ir más lejos, El Condenado salió con el nombre de Saccomanno mal escrito en la página de legales y la segunda edición del Che, trae un error en la portadilla.
    A nosotros, a pesar de ponerle ganas y tiempo a las revisiones… siempre se nos pasa algo!
    Igual, ponerle ganas a un laburo es independiente -o al menos, debería serlo- de la posibilidad de que «el estado» te haga una compra.
    Te aseguro, por experiencia propia, que para venderle al estado lo mejor no es un buen «corrector». Lo mejor es un buen «contacto». Así de sencillo.

    Comentarios por javier doeyo — enero 11, 2012 @ 4:03 pm | Responder

  5. Por el lado artístico, no es serio que un guionista mande su trabajo con faltas de ortografía o gramática, afecta directamente al entendimiento de lo que está contando. Pero quizás de eso se hable en la 2da parte.

    Comentarios por Gonzalo — enero 11, 2012 @ 4:04 pm | Responder

    • El mismo artículo lo dice: la perspectiva autoral va en la segunda parte.

      Comentarios por Andrés Valenzuela — enero 11, 2012 @ 4:06 pm | Responder

    • Igualmente, acá también hay un tema, Gonzalo. Muchas veces (por no decir todas) es el dibujante el que pone «las palabras en los globitos y los cuadros de texto». Si hay errores, se deben a que los textos fueron mal puestos y que, luego, ni el guionista ni el editor se percataron de aquello o se percataron y decidieron (por el motivo que sea -aunque no lo creas pueden ser varios-) dejarlo así.
      Aún así, personalmente me pasó de corregir un texto que fue impreso, luego, sin las correcciones que yo había marcado. Y hablamos, en este caso, de Macmillan, con decenas de miles de ejemplares de tirada y llegada directa a las escuelas…
      Trillo hablaba siempre que podía de este asunto: uno se rompe el lomo por respetar el lenguaje y después alguien va y te pone todo mal (¿se acuerdan de Cybersix? Estaba repleta de horrores…).
      muy bien Andrés por este primer ensayo. Abrazos.

      Comentarios por Luciano Saracino — enero 11, 2012 @ 10:16 pm | Responder

  6. Concuerdo con absolutamente todo lo que decís Andrés, me gustó el enfoque dado.

    Lo único en lo que habría que profundizar es en el tema del trabajo del corrector. Es muy interesante el aporte de Logan al respecto sobre cómo laburaba Ivrea: un corrector es más que un «ponedor de ascentos». Es un trabajo arduo, no tiene que ver con la lectura que le puedan dar ni el editor ni el autor.

    De hecho, no es sólo «corregir» (cualquier egresado de un secundario, dedicado exclusivamente y arduamente a leer un texto puede ver faltas de ortografías y corregir con criterio un acento). Esto es distinto, si no me equivoco la carrera de la que estamos hablando en la UBA se conoce como «Edición». El laburo de esta simpática gente es evitar errores tan comunes como «me dijo de que» (si es que el personaje no sufre de dequísmos), también busca la cohesión y coherencia de un texto (que las palabras tengan sentido entre sí y que al leerlas encontremos sentido a las mismas)

    Pregunta Andrés: Conociendo un poco cómo se manejan algunas editoriales acá, y después de haber leído el artículo me entró la siguiente duda: cómo trabajan las editoriales y qué nivel de profesionalismo, en tu opinión, al momento de realizar el proceso de editar una obra.

    Gracias y Saludos!

    Comentarios por Nico — enero 11, 2012 @ 4:38 pm | Responder

  7. Muy buena nota para un debate, Andrés. Y un debate muy necesario. ¿No nos quejamos siempre de que la mayoría de la gente considera a las historietas «libros de segunda» o «para chicos»? Yo soy lectora y guionista de historietas y quiero que la gente entienda que son obras que tienen el mismo nivel que cualquier libro sin dibujitos. Esto implica cuidar, entre otras cosas, la ortografía. Si las faltas son inaceptables en los textos de narrativa clásica, ¿Por qué en las historietas se deja pasar?

    Y si bien es un tema que va más allá de la compra de historietas por parte del estado, ¿no sería genial que los chicos cuenten con más historietas en las aulas? Es una etapa ideal para que las descubran y los acompañen, como nos pasa a todos los que disfrutamos de este blog.

    Saludos!

    Comentarios por Noelia M. — enero 11, 2012 @ 8:24 pm | Responder

  8. A ver, comento en un cruce en el que vivo: como lector de historietas y como corrector de libros que no son historietas (al menos hasta ahora nadie me convocó para eso).
    El proceso de edición de los libros de la colección Ciencia que ladra, si realmente lleva seis meses, es un lujo: ayer (10/1) salió publicado un libro que empecé a corregir en octubre de 2010 (con la salvedad de que eran muchos autores). Para una editorial seria es un tiempo plausible.
    Imagino que, por el contrario, una editorial de historietas que tiene que cumplir con cierta regularidad (en Argentina, lamentablemente, casi solo Ivrea y Ovni, hasta donde sé), es un poco más complicado, o es una inversión demasiado grande y muy apretada de tiempo, lo que se traduce en más gasto aún.
    Sin embargo, en otros momentos se podía dar: no recuerdo errores en Columba, ni en lo que vi de Frontera, ni tampoco en la Comiqueando (igual la leía antes de estudiar Letras, quizás si la agarro ahora sí los detecto), y el material salía en tiempo y forma. Es un error de los últimos años de todo el mercado editorial y que no puede ser ajeno al de las hsitorietas. En 2002, en Clarín, echaron a los correctores con el argumento de que con el corrector de Word les era suficiente (aunque los diarios no se editen en Word, pero bueh… pedirle coherencia a Clarín es como… no sé, creo que eso ya podría ser una frase, «es más jodido que pedirle coherencia a Clarín»), y las editoriales chicas y/o berretas no van a invertir en correctores porque lo desvalorizan o es lo último en lo que invertirían.

    De todos modos, los errores existen, y uno los puede detectar en libros importantísimos de editoriales ídem. El problema no es uno o dos errores que se escapen, como plantea Doeyo, eso es parte de errar como humanos, hasta Messi la puede pasar mal o tirar afuera. El problema, creo, es cuando no se tiene criterio, o cuando se desvaloriza lo que le aporta a un texto una revisión por un lector crítico. (Ah, y somos los de Letras, más que nada, los que corregimos, en la carrera de Edición ven algunos criterios mínimos, más para trabajar como editor que para corregir. Igual no hay matrícula, queda a criterio del editor o del autor a quién se le pide la corrección).

    Comentarios por Luq — enero 11, 2012 @ 8:27 pm | Responder

  9. Este tema se debatió en alguna medida hace un tiempo atrás en otro post:

    El sinsentido, con un arma en la mano

    Se podria recapitular algo de lo que se habló allí.

    Coincido con lo que apunta Doeyo: «Vale la pena porque vale la pena hacer bien las cosas…» No hay con qué darle a ese argumento.

    Comentarios por Daniel — enero 11, 2012 @ 9:00 pm | Responder

  10. Desde el punto de vista del lector, personalmente, cuando veo algo con faltas de ortografía o errores gramaticales, la impresión que tengo es que quien lo escribió es alguien que ha leído poco. Si bien no lo juzgo por eso, me predispone de otra forma y ya tiene que remar más para que me caiga bien.

    Comentarios por Glyptodon — enero 12, 2012 @ 1:05 am | Responder

    • Con esto no estoy de acuerdo. Leer mucho no te hace escribir bien o sin errores. Muchos autores que son reconocidos como tales pasan sus textos por correctores o por personas que los vuelven a redactar. Yo corrijo textos escritos por profesionales, personas que terminaron carreras universitarias o doctorados, y pese a eso suele haber muchísimos errores.

      Comentarios por Luq — enero 12, 2012 @ 9:17 am | Responder

      • No estoy haciendo una deducción de tipo «si tenés errores es porque leíste poco», sé que puede no ser así. Solo estoy contando la sensación que me da, que probablemente sea la misma que tienen otros lectores y que a los autores les convendría no generar.

        Comentarios por Glyptodon — enero 12, 2012 @ 10:58 am

  11. Quería transcribirles algo que publicó Cecilia Espósito (editora junior en Norma Editorial) en su muro de Facebook:

    «original del autor + edición + corrección del autor + edición + corrección de estilo + revisión del editor + revisión del autor + puesta en página + corrección de pruebas + corrección de plotters = MASTER. Mirá si no hay que cuidarlo como oro.»

    Comentarios por Andrés Valenzuela — enero 13, 2012 @ 12:25 pm | Responder

  12. Y ahora, los comentarios prometidos:

    – Logan, tengo la sensación de que durante toda su primera etapa (esa con poca infraestructura, previa a tener ese circuito de corrección que vos describís) Ivrea se bancó las faltas de ortografía y las metidas de pata gramaticales. Pero, y aquí me parece que pifiaron el rumbo, supieron ensalzar eso como una virtud. No hace falta que redescribamos el camino que hizo Lazer y cómo eso contribuyó a construir su público particular. Esto no es ningún misterio: cada medio atrae/construye (ambas, en distinta medida) un público que le es acorde. Vamos a un ejemplo cercano y que todos los que estamos acá conocemos bien: Cuadritos es de cierto modo y atrae a cierto lector y cierto comentarista, e incluso hay gente que comenta en muy distinto tono según acote algo aquí o en otro blog.

    Si durante mucho tiempo Ivrea impulsó que a sus lectores -adolescentes, en su gran mayoría- les importara un bledo la ortografía, no puede pretender aumentar mágicamente sus ventas al corregir esto. Porque al público que sí le interesa la ortografía y la corrección gramatical ya se lo había enajenado (y se fue a comprar las ediciones españolas o a bajarlo por Internet, no sé). Y si luego vuelve a caer la caildad… ¿a quién le importa? Su público ya daba por descontado que ese era un tema secundario.

    La imagen pública de una empresa (una editorial, para el caso) es muy difícil de cambiar una vez que la estableciste y construíste durante años. Más si, como es el caso, en muchos casos la construiste enfrentándote duramente a otras posturas y animando a tus clientes/lectores a endiosar a tu CEO.

    Pero lo dicho arriba: todo esto es una sensación que tengo a partir de lo que me contás y de lo que pude seguir el derrotero de Ivrea y habiendo hablado con (más bien pocos) fans del sello.

    – Javier, Luciano: no descarto la natural predisposición humana a cometer errores. Pasa en todos lados, por supuesto. Pero es distinto el error, el azar y la pifia que se escapa pese a que todos los mecanismos funcionan bien, de la cagada sistemática, que es de lo que se habla aquí. Un error de tipeo pasa. Un tilde de más o de menos, se tolera. Una coma que no está y te cambia el sentido de una oración, se tolera. El problema empieza cuando eso sucede en todas y cada una de las páginas.

    – Nico, en general las editoriales de historieta trabajan dándole una gran libertad al autor o los autores. Sobre todo las que llamaríamos «del circuito» (va a haber una nota sobre esto que llamamos «el circuito» o «el ambiente» en breve 😉 ), no tanto las que encargan material específicamente, o las que están instaladas hace más tiempo. Esta libertad está muy bien, pero trae aparejado algo que para mi es un vicio: muchos autores y editores creen que «libertad» creativa equivale a que no te revisen ninguna página. Es lo que sucede en la Fierro, por ejemplo, que puede rechazarle un proyecto a los autores, si no les interesa, pero que una vez aceptado, lo toma tal como se lo mandan. Esto es en general, claro.

    Sí te puedo decir cómo laburo yo con las historietas que se publican acá: reviso todas las páginas. Hasta ahora van casi 70 publicadas entre las dos historias y sólo se escaparon uno o dos errores de tipeo y una pocas comas de menos (en el uso del vocativo, en general). Dos o tres de esas comas que no aparecieron las dejé pasar adrede porque estaba muy apretado de tiempo de publicación y juzgué que en esos casos particulares no cambiaba el sentido de la frase. Correcciones y todo hechas, sabiendo esto los autores tienen claro que si algún editor les ofrece llevarlas al papel, tienen mi disposición para revisar nuevamente todo el contenido.

    Comentarios por Andrés Valenzuela — enero 13, 2012 @ 12:50 pm | Responder

  13. Andrés: Muchas gracias, siempre con respuestas tan interesantes y que enriquecen aún más el análisis del tema en cuestión.

    Lo de la «libertad» me lo veía venir, pero entonces te repregunto: es posible que ese concepto sea un mero eufemismo para ahorrarse cualquier paso intermedio que implique un gasto adicional?

    Algo en lo que capaz convenga ahondar en tu post de la semana que viene, pero veo, desde afuera, una necesidad de las editoriales de apurar material, de aprovechar el momento de la cresta de la ola y mandar todo «cómo salga». Los autores, chochos, quién no quiere que alguien diga «voy a publicarte YA». Capaz acá me estoy metiendo en camisa de once varas pero algo de esto creo que hay…

    Por último, con el manejo de la Fierro, me acuerdo que en un post tuve una suerte de conversación por comments con Ortiz y el justamente lo mostraba como una virtud de su gestión esa modalidad. Yo estoy en desacuerdo, como se lo hice saber.

    Relaciono esto de «libertad» y lo de las editoriales de comis, y yendo aún más allá de si una tilde sí o no, te pregunto: las editoriales tienen gente capacitada, en tu opinión, para oficiar de editores que acompañen al artista en el trabajo y desarrollo de la obra (editores en los libros, productores en la industria de la música), O simplemente el editor de comics tal y como lo conocemos es un gestionador dedicado a armar el libro con lo que llega,

    En fin, no rompo más, espero no fastidiar a nadie con mi comentario, vengo pensando estas cosas muy seguido, y la verdad es que creo que es un buen espacio para plantearlas (cuidé las formas lo más que pude para no herir sensibilidades =P).

    Saludos!

    Comentarios por Nico — enero 13, 2012 @ 1:55 pm | Responder

  14. […] es el segundo artículo del díptico sobre por qué vale la pena escribir “bien” (el anterior estaba enfocado en los editores) y el objetivo del esperpento de apertura es señalar un detalle importante en la discusión sobre […]

    Pingback por Por qué escribir “bien” (segunda parte: la perspectiva autoral) « Cuadritos, periodismo de historieta — enero 18, 2012 @ 10:02 am | Responder


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