¿Por qué hacer fanzines?

Portada de Ameku - Año Uno, un fanzine dedicado al manga

Con esa pregunta inicial, Cuadritos abordó a una decena de dibujantes y guionistas jóvenes que se dedican a hacer fanzines que presentan en cada evento de historietas al que pueden acceder. En la elección no importó el género -los hay desde mangosos hasta costumbrismo freak, pasando por aventuras y relatos tradicionales-. Tampoco se consideró la calidad de la producción -de modo que cada uno recibió las preguntas antes de que su revista fuese leída-. Lo importante fue el empuje y las ganas de mostrar el propio trabajo.

¿Por qué hacer fanzines? Y, no menos importante, ¿por qué emplear un medio cuyo protagonismo parece haber sido barrido por las olas de la navegación digital? Estas preguntas no son, desde luego, las únicas que se les formularon, pero sí las que aparecerán en esta primera parte del informe.

¿Por qué?

¿Qué lleva a alguien a editar un fanzine? ¿Por qué alguien se dispondría a trabajar a horas desusadas, robándole tiempo a otros menesteres, para tener en sus manos un puñado de papeles doblados con cierta pulcritud donde se pueden leer sus primeros pasos en la historieta? Y además, tener tanta caja ocupando lugar en el cuarto, vamos, para indignación de los convivientes de turno. La mayoría de los entrevistados -aunque no todos- son primerizos en la confección de fanzines, de modo que su visión fresca es sumamente interesante para ver el fenómeno desde una óptica anclada en la actualidad.

Portada de The Cum #1, donde también colaboró El Bruno

Los fanzineros consultados por Cuadritos dan una variedad de motivos. La mayoría, como Luis Rodríguez, de Karma, aseguran que, además de contribuir a la historieta, hacer estas revistas les sirve «para mostrar lo que hacemos y difundir nuestro trabajo». Matías Chenzo, de The Cum, coincide y señala que «es el mejor modo de que no queden en una carpeta o que sólo lo vean la familia y los amigos».

También está la posibilidad de emplear el fanzine como un motor para trabajar en el formato. Es el caso de los chicos de Ameku, que aseguran que les gusta «el manga y el animé», y que les gusta generar su propio material.

Esta preocupación por ponerse a prueba ante desconocidos la comparten varios. Sergio Sánchez del «fanzine de guionistas» Hotel, destaca que además de hacerse conocer, les permite experimentar en sus primeras etapas en el camino de la historieta. Para los escritores reunidos en su revista, hacer un fanzine también es un modo de experimentar con el formato. «La posibilidad de modificar la forma en que se presenta el contenido es algo fascinante», cuenta Holmes antes de ponerse a enumerar algunas de las tantas maneras en que se puede doblar una hoja para convertirla en objeto de lectura.

Tercer número de Jodigoh!, fanzine platense

Holmes también destaca la pasión que le despierta la tinta y el papel. «Tiene ese toque de vida y humanidad que Internet no». Su compañero Sánchez se entusiasma al hablar de «un objeto que podemos fabricar con nuestras posibilidades». En cambio, Kokambar, que en el último Salón del Cómic y el Animé presentó El teatro de la tinta y Capitán Supositorio, parece disentir. «Lo hago para recibir críticas y poder mejorar, y como complemento al blog», comenta.

Emiliano Maitía, también de Hotel, explica que los integrantes de su grupo concurren al taller de guión de Diego Agrimbau. «Daniel Perrota tiró el proyecto de hacer un fanzine», recuerda, «y para mi más que una razón es una causa».

Luis Roldán, dibujante de 4m2 (reseñado hace ya muchos meses en Cuadritos) explica que en su caso la llegada al fanzine fue natural. «Se unió el grupo y salió hacerlo». Su hermana Verónica, coguionista del fanzine, lo ve como un modo de expresión. «Comparada con otros formatos como el cine o el teatro, en los que ya incursionamos, la historieta es el más accesible», explica.

4m2, ñoños entre la multitud

Joe, de Jodigoh!, posa su mirada sobre el fanzine como territorio de exploración. «Es un espacio donde está permitido el ensayo y con esto no quiero decir necesariamente que sea un peldaño previo a la consolidación profesional y que ésta no sea, en definitiva, una fase de exploración. El estudio es permanente y la prueba-error su medio». Pero la mirada del público también le parece importante «uno hace un fanzine para confrontar con el público y obtener así un juicio de la talla que merece una obra concebida para la publicación».

¿Y si mejor te abrís un blog?

En plena «era 2.o», volcarse a un formato artesanal parece demodé. ¿Por qué hacerlo? Las respuestas de los entrevistados son de lo más diversas. Una de las motivaciones más fuertes para volcarse al papel es la posibilidad de entrar en el circuito de eventos. Para otros, también se impone el peso de la tradición y el rol del papel en el desarrollo profesional de quienes los precedieron tras los lápices. Claro, no faltan los argumentos románticos, como el aroma de la tinta y la celulosa recién impresos.  Pero todo eso podrá profundizarse en unos pocos días, cuando llegue la segunda parte de este informe especial de Cuadritos sobre el Universo Fanzine.