Juguemos en el bosque

Bosquenegro pasó por varios formatos, y en todos funciona bien

Cuando a los chicos se les presentan las cosas con naturalidad, las aceptan. Pueden preguntar en torno a ellas, claro, pero será difícil que les hagan ruido. Es cuestión de barrerles prejuicios,  que valen tanto para la familia de un compañero con padres separados (o con dos papás, o dos mamás), para la silla de ruedas que usa aquel o la necesidad de usar anteojos de ese otro. No es nada que quienes tengan padres, sobrinos o ahijados no sepan. Y vale, también, para las historias fantásticas. Ese es uno de los recursos que usa Fernando Calvi en Historias de Bosquenegro y que se comprueba otra vez en la nueva recopilación publicada esta vez por Comiks Debris en su colección “Toing!”

Las aventuras en Bosquenegro tuvieron un largo periplo y pasaron por distintos formatos, digitales y en papel. Su primera recopilación, por caso, ganó su categoría en los premios Alija de 2007. Algunas de las historias que incluye este volumen aparecieron en los portales digitales EducaRed y Revista Imaginaria. En cambio “La gran aventura”, que oficia de episodio central, es un relato inédito creado especialmente para la ocasión.

Bosquenegro está lleno de monstruos y seres fantásticos de distinta índole que conviven en relativa armonía. Hay garbozas verdes, bulpas de los pinos, razapones nocturnos, tibodontes, sirenas (y otros híbridos acuáticos), orcos y ogros belicosos, y brujas que cocinan tortas cambiaformas. Y claro, un montón de otros monstruitos innominados que acompañan a los personajes recurrentes del bosque: Pícolo, su enamoradizo amigo Patín, su padre Chochán y el pájaro Tuk-tuk.

El chico Z

Una tira improbable para el diario Muy

Si hay un autor que estira los límites de la historieta infantil en Argentina, es Javier Rovella. Más allá de éxitos como Dante Elefante o de buenas producciones como Niko & Miko, el dibujante suele estirar los límites de los temas tratables en una tira para niños. En la revista Comic.ar por ejemplo publicaba una tira sobre una niña en situación de calle, explotada laboralmente y maltratada por su entorno. Era una tira con poco de gracioso donde los límites entre la historieta para adultos y para chicos se borroneaba. En Zebita, vuelve a abordar temas difíciles con enorme altura.

Zebita nació en el fanzine Tirapia, que Rovella autoeditaba allá por el año 2000. Luego tuvo un derrotero errático por distintos espacios, hasta que en 2011 apareció como tira en Muy, ese diario extraño del grupo Clarín que pretende disputar el segmento de los periódicos «populares» que domina desde hace décadas Crónica. En ese espacio, dado al sensacionalismo, con la tapa fácil dedicada al golpe bajo y al escándalo de vedetongas de la semana, Rovella se desmarca con una tira de particular sensibilidad, que ahora aparece recopilada en forma de libro por el sello Comiks Debris.

El protagonista de la tira es n niño con dificultades para pronunciar la «s». Cecea, básicamente, y ese tic tiñe toda la serie, pues Rovella le pone a todos los personajes nombres que empiezan con «z»: Zebita, Zacarías, Zulma, Zoila y Zultán. Además de sus problemas en el habla, el chico tiene dificultades para relacionarse con otros de su edad (así que recurre a un amigo imaginario), se hace pis en la cama, sus padres lo mandan a terapia y, de yapa, es testigo de cuanta discusión familiar hay. Y aquí viene algo interesante: Rovella separa a los padres del protagonista.

Para todos los gustos

Historietas a pedido, la propuesta del último Chanti

Uno pestañea, hace un repaso general y, por un momento, cree que la edición nacional historieta para chicos depende de Chanti: sus títulos aparecen en no menos de cuatro editoriales distintas y se publican también en por lo menos dos revistas de cierto alcance. Sudamericana le publica la serie Mayor y Menor, y Facu y Café con Leche. Emporio Ediciones probó suerte con Misión +Cota, y Comiks Debris con La Historietería. Eso sin contar los libros con ilustraciones en otros sellos. El mendocino, queda claro, es un referente indiscutido del campo de la historieta local y sus títulos empujan la caja de cualquier emprendimiento.

A la Feria del Libro Infantil y Juvenil, que termina mañana y que hoy todavía celebra su Festival de Historieta, llegaron dos libros. El quinto otro recopilatorio de Mayor y Menor y el último de Comiks Debris. Del primero no hay mucho nuevo para decir. Mantiene la fórmula y los recursos de los anteriores, pero se destacan los primeros balbuceos de Tobi y más de una página dedicada a la tortuga. Además, Nacho comienza con sus primeras letras y hace su aparición una compañerita de jardín del más pequeño, con lo cual la dinámica de la serie se revitaliza.

La Historietería, en tanto, es un proyecto que se percibe como mucho más fresco para el propio autor. La serie apareció originalmente en el semanario mendocino El Sol y luego en una revista española. Consiste, a grandes rasgos, en una especie de «heladero» pero que en lugar de ofrecer sabores en cucurucho, ofrece historieta en colores. Cómic a pedido para los chicos que van de visita. Cada color representa un tipo de historia y de la combinación salen los mejores momentos.

Subite a mi moto

Una labor de rescate y restauración de páginas

Promediando los ’80, David Hasselhoff la rompía a bordo de un auto negro que hablaba, tenía mil luces y conciencia propia. Juntos resolvieron entuertos hasta que el actor dejó el Pontiac Firebird por una lucrativa carrera como estrella de rock en Alemania y un largo contrato como rescatista de playa junto a un montón de malas actrices operadas. Mientras eso sucedía, los lectores más pequeños de Argentina y España leían una serie mucho más naíf, con menos ruedas y en colores más vivos, Coco y Cilindrina, de Clemente Montag.

Coco y Cilindrina se publicó durante 20 años en la revista argentina Anteojito y la española Petete. Sus primeros capítulos se recuperaron para esta edición de la colección Toing! de la editorial Comiks Debris. Se publicaban a razón de una página por número y el libro de turno incluye cuatro arcos argumentales y un puñado de páginas autoconclusivas.

Lo llamativo del asunto es que pese a que Montag es un autor aún activo, el material debió recuperarse desde los ejemplares guardados por coleccionistas (en esta ocasión, por Ángel Antón Svodoba y Javier Rovella). El resultado es un tanto incierto en el color, que por momentos flaquea ante el deterioro natural de las páginas, sobre todo en los tonos más oscuros. El trabajo, sin embargo, permite leer sin mayores inconvenientes las aventuras del inocente Coco y la entusiasta moto a conciencia Cilindrina.

Pequeños cazamonstruos

Fuerza Mosca tuvo sólo dos misiones publicadas, aquí recopiladas

La premisa es de las que suelen verse en películas y series infantiles: un grupo de chicos, amigos de la escuela, resolviendo misterios sobrenaturales. Eso se narra en Fuerza Mosca, que salió primero en entregas semanales en la revista Billiken durante 2007, y ahora fue reeditado como libro en la Colección Toing!, del sello Comiks Debris. El ejemplar presenta dos aventuras del tandem creado por Alberto Moreno y Diego Greco, las únicas que aparecieron en la tradicional publicación para niños en edad escolar.

Por su formato original, Fuerza Mosca tiene una estructura similar a otras obras para chicos que se analizaron en este sitio: páginas que cierran sobre sí mismas y hacen avanzar una trama general. En este sentido, la historia está muy bien manejada y sólo un puñado de páginas no tiene su correspondiente «gancho» en la última viñeta para mantener el interés del lector. Recopilado en libro, estas poquitas carencias no se sienten en lo absoluto.

Los chicos enfrentan dos misterios sobrenaturales: la presencia de fantasmas en su escuela y la aparición de un demonio come-niños en el sótano de la casa de uno de sus abuelos. Es decir, monstruos bien tradicionales y reconocibles, clásicos de la narrativa infanto-juvenil de terror sobrenatural. Ambas, además, transcurren en escenarios familiares para los lectores.

Tiras con mucho guau

Los ladridos también pueden ser divertidos

Leo Arias publica desde hace más de 10 años la tira Elías y el Perro de la esquina. Sale cada semana en la revista Billiken y fue recopilada recientemente por el sello Comiks Debris para su colección ¡Toing!, dedicada a la historieta infantil. Sacando cuentas rápidas, es fácil descubrir que Arias ya publicó más de quinientas entregas de la tira en todo este tiempo, en distintos formatos, desde viñetas sueltas o las clásicas hileras horizontales hasta cuadritos encolumnados. Todo eso reúne el libro. No la totalidad de sus trabajos, por supuesto, pero sí una buena selección de no menos de un centenar de chistes para niños.

Una selección muy buena, de humor sencillo pero efectivo y pensado para chicos. En rigor, lo del Perro de la esquina (auténtico protagonista de la tira, incluso por encima de «Elías») es una variante muy bien lograda del centenario numerito circense «slapstick«, pero con un perro dedicado a asustar con sus ladridos a todas las criaturas del barrio, empezando por el mismo niño que da nombre a la serie.

Lo primero que llama la atención es la inusitada capacidad de Arias para repetir la fórmula básica: el perro le ladra a todos los transeuntes, con ladridos de lo más creativos y asustándolos de modo infalible. Sin embargo, la tira se mantiene fresca y por momentos hasta es esa misma repetición la que causa gracia. Tranquilamente el 65-70 por ciento de los chistes del libro son una variante de esa secuencia. ¿Por qué funciona tan bien, entonces?

El robot que no quería conquistar el mundo

Torni Yo es el primer título lanzado por la flamante Comiks Debris

Es difícil no encariñarse con Torni, el robot enamoradizo. Suerte de rejunte de cajas y latas, fue creado por un científico loco para conquistar el mundo, pero se escapó para hacer su propia vida. El personaje es un androide-niño que pasa por juguete para esconderse del inventor chiflado que lo pergueñó, que se agarra metejones con muñecas y juega al fútbol en la plaza con los compinches de Lucio, su amigo. Es, además, protagonista de su propia tira, Torni Yo, publicada en la revista para niños Genios y recopilada por la flamante editorial Comiks Debris en su colección ¡Toing!

El título está guionado por Carlos Trillo y Eduardo Maicas, dupla que comparte oficio hace ya varios lustros (por ejemplo, con Clara de Noche) y en la que -según han dado cuenta en distintas entrevistas-, el primero propone las historias y el segundo les da un cierre y pone coto a su extensión. Lo curioso aquí está en el dibujo, pues los lápices corren por cuenta del marplatense Gustavo Sala alejado de su habitual grotesco sórdido para adultos. Lo secunda, como de costumbre, Humberto Miranda con los colores.

La recopilación propone varias historias de dos páginas en las que se cuentan pequeños episodios de la vida de Torni en torno a tres temas centrales: su relación con Lucio, la persecución del innominado científico loco, y su amor por la muñeca Bibi. En cada pequeño relato hay espacio para varios bocadillos graciosos y un remate de cierre. El libro incluye algunos pasajes genuinamente divertidos, como la frustrada invasión alienígena a la tierra y el robot convirtiéndose en una suerte de «rock star» en el planeta de los invasores.