A favor del libro: "Para un chico es muy difícil tener todos los números de la revista"
«No sólo fue crear un mundo desde cero, también fue armarme a mí mismo como historietista infantil desde cero», aclara apenas prendido el grabador Mauro Serafini. Es decir, El Bruno, ese punkie alto y espigado que desde hace tres años divierte (y asusta un poco) niños en la tradicionalmente pacata revista infantil Billiken. La primera vez que Cuadritos lo entrevistó, el dibujante recién preparaba las muestras para la publicación. Hoy mudó de casa, de barrio y tiene menos tiempo para dedicarle a los fanzines que ocuparon buena parte de su crecimiento como historietista. A cambio, Escuela de monstruos -que ahora Editorial Pictus recopilará en un libro- le paga el alquiler y se publicó en inglés y árabe. Entre un cigarrillo y el siguiente, al muchacho se lo nota contento con su presente historietístico.
«Siempre fui lector, pero no creador», señala El Bruno, «venía de hacer un tipo de historieta que es casi lo opuesto, si es que pueden existir los opuestos en materia de historieta». Pensar en Billiken le supuso revisar las cosas con las que ríe, los elementos que podía utilizar, que cosas no podían pasar nunca en una historieta infantil. Ahí enfatiza el «nunca» como hundiendo la «u» y lo primero que viene a la mente es Malena, la nena alcohólica, que supo ser de sus personajes más populares entre los adultos. «Tuve que empezar a analizar mejor qué me atraía de este tipo de lecturas».
Lo primero que encontró fue inocencia. «La historieta que siempre me gustó y que tengo en la cabeza, quizás es demasiado inocente para los chicos de hoy día, que tienen todo muy rápido, muy al palo, que vienen con más inteligencia y son más irónicos», analiza, «entonces podía utilizar situaciones similares, pero mis personajes no podían actuar igual». La clave, explica, fue hacer hincapié en la personalidad «límite» de los protagonistas y llevar «un poco más» allá las tramas.
Pese a que Billiken siempre fue una revista muy conservadora, él asegura que llegó en el momento justo en que los editores estaban buscando correrse de ese lugar. «Pero todavía no tenían claro cuáles eran los límites a los que querían llegar», explica y recuerda que solían preferir que se pasara de la raya y volver para atrás antes que pecar por exceso de prudencia. ¿Cuál era una típica corrección en las primeras semanas? «Capaz dibujaba un personaje con re cara de loco y me decían hacelo igual pero con menos merca«, y en su voz no hay ni asomo de chiste. Había que achicarle los ojos al monigote «y cerrarle un poco la sonrisa de psicópata». (more…)