Las imágenes llamaron la atención de los docentes. No porque hubieran leído el libro, sino porque sus alumnos lo leían con inusual atención. Se trataba de El inspector Justo, de Sanyú, uno de los tantos libros distribuidos gracias al Plan Nacional de Lectura del gobierno nacional. Inmediatamente, docentes, director, se indignaron, había tetas, culos y sexo en esas páginas.
Inmediatamente prendieron las antorchas y se pusieron a revisar otros libros de la partida que acompañaban al editado por Colihue. Entre los muchos que cayeron en la volteada se incluyen Perramus (Juan Sasturain y Alberto Breccia, Ediciones de la Flor), Sin novedad en el frente (Patricia Breccia, nuevamente Colihue), el de divulgación científica Asquerosología (del sello independiente Iamiqué) y un libro de poemas de Nicanor Parra, al que acusan de «burlarse» de la Iglesia (una copia de los versos cuestionados y una mirada mendocina del asunto, aquí).
Las acusaciones van desde el de tener «poco valor educativo» (cuando hasta la peor obra puede servir para grandes cosas en manos de un docente atento) hasta la de ser»pornográficas», lo cual haría pasibles de denuncia penal a sus autores, sus editores y los funcionarios responsables del Ministerio de Educación nacional y los provinciales. Las acusaciones resultan, cuanto menos, sorprendentes, por no decir ridículas y hasta reveladoras de la falta de formación artística y pedagógica de quienes las emiten.
Pero en todo este asunto hay un detalle llamativo: tras retirar los libros de las manos de sus alumnos, las autoridades de la escuela no recurrieron ni a sus superiores directos ni a los responsables provinciales, sino a la prensa para denunciar «la pornografía» que enviaban desde el Ministerio de Educación nacional a sus alumnos. En otra coyuntura, sería fácil leerlo como simple torpeza del director de la escuela de Maipú. Cuando la denuncia estalla mediáticamente a horas del comienzo de la veda electoral y sin que las autoridades provinciales estuvieran sobreaviso, la cosa se torna rara, por decir lo menos. Los medios locales y regionales, a los que luego se sumó Clarín, encantados con el caso.
Más allá de especulaciones y suspicacias, el caso degeneró en un debate aireado en torno a la censura, los límites del arte, qué es conveniente poner a disposición de lectores en edad escolar, si una de las provincias más pobladas y desarrolladas del país vive en el medioevo o no, la definición de «pornografía» y otros muchos temas sobre los cuales -previsiblemente- hubo poco acuerdo. Lo curioso es que en casi ningún lado se mencionó la potencia de la imagen. (more…)