Postales rosarinas

La semana pasada distintas circunstancias me llevaron a pasar unos días en Rosario. Aproveché la ocasión para reunirme con la gente del festival internacional Crack Bang Boom y enterarme algunas de las novedades que preparan (que aún no se pueden contar, pero que están muy, muy bien y en cuanto tenga luz verde publicaré).

Parte de esos días por la ciudad de Fontanarrosa los dediqué a caminar y recorrer lugares que ya conocía pero desde otra perspectiva. Una menos laboral y más turística. Pero claro, el oficio se impone y entre el puñado de fotos que saqué, hay dos que quizás pongan en perspectiva lo relativo a la asistencia al CBB para quienes no frecuentan el espacio.

La primera fue tomada un viernes alrededor de las 14. Quienes ya hayan estado en la zona reconocerán el extenso espacio de la rambla céntrica junto al Paraná. Esos metros y metros de pasto, baldosa y cemento que los comiqueros suelen utilizar para respirar el fresco cuando el galpón del Centro de Expresiones Contemporáneas se llena mucho. Ese que los rosarinos disfrutan en otoño y primavera. Ese, que uno pensaría que está repleto todo el año, pero no. La foto ilustra en su desolación lo importante que es para cualquier evento coincidir con un espacio de mucho movimiento de gente.

La segunda foto es un simple cambio de perspectiva: los mismos galpones del CEC, pero vistos desde el río.

Leyendo fanzines: los legitimadores

Raymond es una historia pequeña que podía prescindir de otros formatos

Se habla mucho sobre el fanzine como etapa en el crecimiento autoral de un dibujante o guionista novel. Se habla mucho, también, sobre la experiencia de autores consagrados o con trayectoria que deciden volver a hacer fanzines, ya en la madurez de su carrera, como espacio de libertad que se reivindica, en ellos, por fuera de las reglas del campo comercial. Son miradas válidas. No sé en qué medida alcanzan para definir la magnitud del fenómeno.

Una recorrida por el último Festival Increíble, dedicado justamente a esta clase de autoediciones, ofrecía una primera sorpresa (parcial): ahí estaba Gustavo Sala haciendo a mano las portadas de su nuevo fanzine Burlando, que cortaba y abrochaba Javier Hildebrandt, a modo de asistente. Más adentro se encontraba Brian Jánchez con su Comic Sans y, desde luego, sus libros publicados en Ediciones Noviembre. Y al lado, ese proyecto extraño y difícil de definir que son las “Burlesquitas” de Editorial Burlesque.

No es ningún misterio qué llevó a Jánchez a crear Comic Sans. De hecho, lo dice en el prólogo. Quería experimentar con el humor gráfico, pues lo consideraba muy difícil y consideraba que, en el mejor de los casos, lo suyo era la comedia. Además de una buena cantidad de viñetas, tiras e historietas humorísticas, el autor de McKosher despliega reflexiones sobre el acto del humor en distintos pasajes. La actitud de este joven autor, reconocido por el medio en distintas instancias, es comprensible: encuentra en el fanzine un espacio de experimentación que no se permite para proyectos más centrados en lo comercial o su llegada al público.

El Archivo Nacional de Historieta, en Página/12

Maicas. 1983, aludiendo a un ejemplar de Humor secuestrado por la dictadura militar. Una de las donaciones al Archivo.

Hace un tiempo se anunciaba aquí la creación de un Archivo Nacional de Historieta y Humor gráfico, coordinado por Judith Gociol y José María Gutiérrez, al amparo de la Biblioteca Nacional. Con el Archivo ya en marcha y rindiendo sus primeros frutos, quien suscribe sentó grabador por medio a ambos responsables y del encuentro surgió una entrevista, publicada esta mañana en Página/12. La nota incluye un recuadrito donde ambos hacen algunas consideraciones respecto de su último libro, La historieta salvaje.

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El desafío de historizar el género

José María Gutiérrez invita a recorrer la Biblioteca Nacional. Lleva años trabajando allí y la conoce bien. Sabe dónde están guardadas las Caras y Caretas originales en la hemeroteca y qué luz prender para encontrar las PBT. Cuenta que en ese mismo espacio está el primer número de Billiken (“que no lo tiene ni Editorial Atlántida”, aclara). También camina por la sala de lectura y ofrece sacarse las fotos junto a Judith Gociol en la terraza, que ofrece un cielo tan limpio que puede atisbarse la costa uruguaya. Juntos, Gociol y Gutiérrez acaban de publicar La historieta salvaje, un libro en el que reúnen episodios de las primeras series de historieta que se realizaron en el país (ver recuadro). Todo un tesoro. Juntos, también, trabajan en otro proyecto, acaso más importante aún: el Archivo Nacional de Historieta y Humor Gráfico. (Seguir leyendo)

Una voz personal y oscura

La antología continua un escenario aparecido en Factum

Es llamativo cómo muchos de los nuevos guionistas de la escena argentina están volviendo a abordar historias duras, con conflictos fuertes y personajes en disyuntivas de las que resulta muy difícil salir bien parado. Lo hizo Federico Grunauer en su antología Mal tiempo, por ejemplo, y lo vuelve a hacer Damián Connelly en otra antología, Días negros, en las que relata historietas cortas junto a media docena de amigos dibujantes. Ya en DGMW, Connelly daba muestras de tener una voz y estilo propio que luego fue ratificando en el portal Factum – grafonovelas semanales.

Esa voz gusta de climas oscuros, con el ocasional elemento sobrenatural, y cierta dosis de tragedia a escala personal: incluso cuando el héroe se sobrepone, el mundo sigue dominando la escena. Días negros mantiene esa impronta, pero sobre todo hace hincapié en aquello que no se puede manejar, como cierto hado o destino funesto del que los personajes no pueden escapar (para mal, siempre, aunque a veces sea a satisfacción del lector). Todas las historias de este libro transcurren en Winchester, una ciudad ficticia creada por Connelly para su web-serie Northfolk.

El tomo abre con una brevísima colaboración con Berliac (también DGMW, y Rachas y 5 para el escolaso, en solitario). Son apenas dos páginas, marcan el tono de lo que se leerá después e incluso está más cerca de ser una introducción ilustrada, pues la dupla prescinde de viñetas. “Ed Carter”, la segunda historia, narra la investigación de ciertos sucesos sobrenaturales. Es una suerte de policial que revela una trama familiar perversa en la que el dibujo de Odyr crea el clima ideal para una historia de fantasmas (atención con ese dibujante). Es una de las historias más largas y desarrolladas del tomo.

Una historieta alta en el cielo

Agrimbau y Pietro, una dupla sólida

El sábado pasado salió la primera sección de crítica de historieta del año en Página/12. La nota central está dedicada a Cieloalto, mientras que las pequeñas reseñas tratan sobre Sol de noche, Cien volando, Coltrane y Días negros. Además, la habitual columna de noticias dedicada a los argentinos reconocidos en Francia, a la llegada de Dago a los kioscos metropolitanos y a cambios en la gerencia de DC Comics.

Sobre el parate de esta última semana, resta agradecer a todos los lectores el aguante. Desde hoy, retomamos el ritmo habitual de publicación.

¡Salud!

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Hay río revuelto en la ciudad

A Cieloalto se le pueden quitar los elementos de ciencia ficción, sus dos revoluciones, su división por castas, el dibujo brillante de Pietro e incluso los devaneos sociales del protagonista. Y si se le quita todo eso, a Cieloalto le quedan un puñado de preguntas fundamentales que constituyen la escena de su relato: ¿qué hacemos cuando la mente está demasiado llena de recuerdos? ¿Cómo tolera el cerebro una vida demasiado vivida (y vívida)? ¿Hasta qué punto se puede empezar de nuevo con el recuerdo de un pasado que se dejó ir? ¿Cuánto tiempo podemos escondernos de lo que se hizo y –peor aún– de lo que se dejó (de) hacer?

Esa serie de preguntas parecen propias de alguien que vivió ya demasiadas décadas y que observa con ciertas aprehensiones los años transcurridos. Pero el dibujante de esta historia apenas supera los 32 años y su guionista, Diego Agrimbau, aún no cumple los 40. Es más, cuando la historia fue pergeñada, el discípulo de Carlos Trillo andaría en los 35 y acababa de ser reconocido con el Primer Premio Planeta D’Agostini de historieta. Página/12 lo entrevistó entonces y, fuera de grabador, anticipó al cronista una serie de muestras que llevaría a editores franceses. Entre ellas estaba esta historia y ya por entonces se anticipaba candidata a las páginas de la revista Fierro, donde finalmente fue publicada. (Seguir leyendo)

Semana de pausa

Esta semana no habrá actualizaciones en Cuadritos. Por diversos motivos, se impone un parate. La actividad retornará el lunes que viene, si hay actividades para la agenda, o el martes, ya con la reseña habitual. Gracias por su comprensión.

«Las imágenes ya las traía conmigo»

«Lopecito», junto a Massei, saldría en marzo

Pura coincidencia, Nacha Vollenweider encara la sesión de fotos de Cuadritos como su colega Lauri Fernández: ante la cámara sentada sobre el pasto, en un parque. Es otro pasto y otro parque este, a la vera del río en Rosario. Es agosto, todavía, y tiene en camino un proyecto nuevo sobre el que adelanta poco: Lopecito, que con guión de Federico Massei trata “las contradicciones de un peronista que no es montonero ni de derecha en la década del ‘70”.

Lopecito, advierte cuando se le piden más detalles, oscila entre lo documental y la ficción pura, donde entra a jugar la pasión esotérica del siniestro López Rega. Adelanta unas páginas (que se incluyen en esta entrevista) y cuenta que “el guión ameritaba que utilizara más el negro, porque es muy oscuro”.

– A diferencia de otros de tu generación, no trabajás con tus propios guiones y aún así se advierte un estilo, ¿cómo te involucrás en cada historieta?

– Por lo general cambio de dibujo de acuerdo al guionista. Cada personaje, cada historia tiene su particularidad y uno se involucra con eso de distinta manera. De ahí salen los dibujos diferentes.

– Ruta 22 fue un primer libro pero también tu tesis universitaria. ¿Cómo fue eso?

– Fue una experiencia favorable, pero no fue fácil. Hay muchos prejuicios y detrás de ellos, un desconocimiento muy grande. En el momento de defender el trabajo hubo todo otro trabajo de investigación con la Bienal del ‘68 en el Instituto Di Tella. Eso los profes no lo sabían directamente. Entonces imaginate que decir que estuvo legitimada por esa institución 50 años atrás… eso no lo podían discutir. Entonces la aproximación entre arte pop e historieta, y cómo se involucran esos espacios legitimadores, fue copadísima. Ya hace un montón de tiempo resulta ilógico que no le den ese espacio por eso, por prejuicio.

– ¿Y ahora?

Música del alma

Una estructura fragmentada para retratar mejor al músico

Alguna vez en este espacio se escribió que al momento de hacer una biografía se podía optar por narrar sencillamente los hechos de la vida de la figura protagonista o se podía interpretarlos. Tratándose de un músico, sesionista durante mucho tiempo, figura de vanguardia otro mucho más, Coltrane de Paolo Parisi está concebido –muy atinadamente-, del segundo modo. El italiano (una de las visitas a Viñetas Sueltas 2009) aborda la figura de John Coltrane, uno de los nombres claves del jazz del siglo XX. O mejor dicho, una de las figuras fundamentales de la música contemporánea, pues las búsquedas musicales de las que participó el saxofonista ayudaron a darle forma a los sonidos de las décadas que siguieron.

Quizás por eso, como apostando advertir al lector despistado, Parisi va muy rápido a dos momentos centrales de la carrera de Coltrane. El primero, cuando le presentan a Gillespie. El segundo, cuando integra la formación de Miles Davis (probablemente es imposible entender la música del siglo XX sin escuchar su The complete birth of the Cool, del mismo modo que es imposible comprenderla sin abordar a los Beatles).

El italiano aborda la biografía del saxofonista norteamericano siguiendo dos lógicas. Por un lado, la de The life and music of John Coltrane , de Lewis Porter, de donde el autor reconoce haber extraído la mayoría de la información documental. Por otro lado, construye su relato de modo fragmentario, intercalando tempos, etapas y acotaciones, casi como si de una jam se tratara.

Leyendo fanzines: humor en FSoc

Con alusiones a la cultura popular, sí, pero siempre atravesadas por las ciencias sociales

Cada ámbito de la vida tiene sus propios códigos y, por eso mismo, cierto humor particular que sólo se revela a los entendidos. Así como hay chistes de fútbol o de tenis, también hay chistes de médicos, de ingenieros, de físicos y… de estudiantes de ciencias sociales. Comux es un fanzine realizado por alumnos de la Facultad de Sociales de la UBA. En el último Festival Increíble acusaban la salida de su sexto número, el primero en ser pago.

Hasta la sexta edición de esta revista apaisada, el material era gratuito, subvencionado un poco por el centro de copiado de la misma facultad y otro poco por los varios auspiciantes fieles del emprendimiento. Y aunque tiene un enfoque muy localista, lo cierto es que la mayor parte de la revista puede ser entendida por cualquiera… que sepa quiénes fueron Foucault, Bourdieu, Lacan y Marx, claro. Hay muy pocos chistes que excedan los tópicos académicos, e incluso los autores se permiten reírse de esa misma cerrazón de los claustros universitarios. Tanto en los números 5 y 6 (los dos a los que pudo acceder Cuadritos), hay humoradas acerca del vínculo entre la facultad y el mundo real.

Con más de una veintena de colaboradores, casi toda la revista está ocupada por chistes puntuales y hay pocos personajes y ninguna serie. Entre los habitués figuran “Tito, el casi winner”, “HoraSIU Guaraní” y “La vida del Beto”, que alude a un profesor del edificio ahora ubicado en Constitución.

La acción, cuenta pendiente en las antologías (hasta ahora)

Las historietas de acción destacan en la antología

La antología rosarina Términus es, cuanto menos, inusual. En principio, porque es infrecuente encontrarse entre las publicaciones argentinas con una dedicada tan marcadamente a la acción. Mientras otras revistas antológicas se vuelcan más a otros géneros, sea la historieta de autor o el terror, aquí los autores se enfocan en la acción. Y vale señalar eso, porque es acción, antes que aventura, lo que encontrará el lector entre sus páginas. Tanto es así que el puñado de viñetas de humor gráfico que hay en la revista parecen fuera de lugar, no calzan con la tónica general del trabajo.

Términus incluye ocho historietas (la mayoría autoconclusivas), dos secciones pequeñas de humor gráfico y cinco ilustraciones que ofician de separadores aquí y allá y que ayudan a dar cohesividad al número, además de ofrecer paisajes imaginarios diversos. Si uno se pone riguros, en lo que hace a las historietas, hay un par volcadas a la ciencia ficción, otro par que se orientan más hacia el policial, algo de misterio y sí, claro, acción. Puramente de este género hay dos relatos, pero son los dos que más llaman la atención y -no es un dato menor- ambas invitan al lector al próximo número con el «continuará».

Una de las virtudes de esta antología es que cada historieta consigue plasmar su propia estética sin desentonar con las demás. Ayuda, claro, que sea todo en blanco/negro/grises, pero con la salvedad del humor gráfico, todo parece tener su lugar natural en la revista. Desde luego, como en cualquier antología, el nivel es desparejo. En el apartado de ciencia ficción, por ejemplo, Dante Ginevra aporta solidez narrativa y una historia redondita. Pero Parto, que abre la revista, muestra los cuerpos de modo muy rígido.